EL DISCURSO DE CRISTINA Y LA MEDIOCRIDAD
Cuando se habla de política y se da nombres propios desconociéndola como una organización de las sociedades, esa charla se convierte en una suerte de chismerío. “Están desertizando el oasis”, decía un viejo filósofo del barrio apoyado en el mostrador de vino manso escuchando las barrabasadas de una mesa aledaña.
En América latina surgió una doctrina filosófica en la ciudad de Mendoza, donde Perón en 1949 plantó los principios de la Comunidad Organizada y que en el inicio de la guerra fría planteó la teoría de la tercera posición. Hoy la inmensa mayoría de los peronistas desconocen esos principios y discuten con los antiperonistas que tampoco tienen idea ni de la doctrina justicialista ni de las bases liberales y marxistas.
Obviamente es una ensalada que se refleja en el parlamento en que cada uno dice cosas aberrantes desconociendo los padecimientos de los habitantes del llano, mientras estos habitantes tienen que votar al compás de la música de la desinformación y de los intereses sectarios.
Cuando salen a la luz de lúcidos dirigentes ideas que permitirían un reacomodamiento de justicia social, integración en la distribución y desarrollo económico utilizando como herramientas el crecimiento, salen los personeros del marketing con la frase mil veces utilizada: ”atrasan 100 años”.
Ojalá atrasemos 100 años con los apotegmas del Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR) donde Moisés Lebenshon y Crisólogo Larralde, entre otros, le ponían los puntos a las “i” a una política contra los derechos sociales.
Ojalá atrasemos 100 años con las ideas económicas de Rogelio Frigerio (abuelo del esperpento que tuvimos como ministro de Macri) y de la capacidad estratégica de Ramón Carrillo para hacer de la salud pública una bandera incontestable.
El discurso de Cristina Kirchner desnuda la mediocridad y la ignorancia de sus detractores y pone en tela de juicio y de debate temas en los cuales Alem y Eva Perón se consumieron en resaltar y Cristina los ha actualizado de manera brillante.
La voluntad política es capaz de realizar per saltum y desatar nudos de marineros. Para eso se precisa coraje, conocimiento, inteligencia y la sensibilidad que el futuro de las personas tienen como expectativas.
Cualquier salto al vacío los mileis y bolsonaros de la vida nos esperan con los brazos abiertos.