El nuevo Ministro de Economía, Sergio Massa, se encontró con una realidad absoluta: la crisis no es económica, es financiera, producto de un Ejecutivo débil que permitió que más de 30 mil millones de dólares que entraron por exportaciones, entre el 2020 y el 2022, fueran cedidos a las empresas privadas para pagar sus deudas contraídas en el extranjero.
Massa se encuentra con una economía que el año pasado creció al 7% y este año va a rayar los 4,5%. Va a tener que resolver la falta de dólares y eso no se puede hacer de un día para otro. Cuando la industria crece se precisan dólares para importar insumos industriales y agropecuarios y en este país no se fabrican dólares. Por esta razón, nuestros vecinos que no tienen el problema bimonetario no son países industrializados. Exportan materia prima e importan insumos menores que no le producen déficit entre importación y exportación.
La excepción es Brasil porque es un país profundamente industrial, solamente el Estado de San Pablo tiene más industrias que América latina toda, por lo tanto su extraordinaria capacidad de exportar materia prima con valor agregado le hace generar montañas de dólares y le permite tener una inflación promedio al 1%. Recién en estos cuatro años de neoliberalismo autoritario ha comprometido su situación económica por la descabellada gestión de Bolsonaro, pero nada que la burguesía nacional no pueda enmendar. El desafío en Brasil es en la base.
En Argentina, esta crisis financiera históricamente la sufrió Perón y Alfonsín. En 1951, un sequía en todo el país le produjo al gobierno Justicialista 300 millones de dólares de déficit, por lo que tuvo que cambiar el rumbo de su proyecto económico apelando a la Comunidad Organizada y aplicando una política anti inflacionaria que le dio resultados porque de 52% de inflación la llevo a 1% en 1954. Paralelo a esto ya se venía impulsando la industria con la construcción del gasoducto Comodoro Rivadavia – Buenos Aires, decenas de represas hidroeléctricas, la centralización de la educación técnica en todo el Estado nacional porque no se podía iniciar la industrialización del país sin técnicos ni obreros capacitados. Se creó la siderúrgica SOMISA, empresa mixta, y avanzó en la composición de empresas estratégicas para el desarrollo industrial.
El golpe de la Revolución Fusiladora sepultó con 70 toneladas de bombas y la complicidad de EE UU el proyecto peronista de país. Arturo Frondizi retoma la senda del desarrollo económico no sin antes recibir la Nación con 113% de inflación, aprovechó la infraestructura industrial creado desde 1939 hasta 1955 y en cuatro años redujo la inflación, tanto es que tres meses antes de ser derrocado los argentinos tenían 0 inflación. La creación de la industria automotriz con cuatro poderosas fabricas y el desarrollo de la industria pesado fue el factor decisivo para que el Imperio decidiera que argentina volviera a ser un país exportador de materias primas paralizando todo avance industrial.
Alfonsin, a su vez, padece la falta de dólares cuando quiere retomar la senda de la industrialización en un momento en que se estaba gestando la globalización que iba a acontecer en 1989, poniendo a EE UU como amo absoluto de mundo tras la caída del muro de Berlín.
Las fuerzas conservadoras ven una oportunidad de volver a 1900, a un país pre peronista, esencialmente agrícola y entonces los mercados atacan furiosamente la economía radical llevándola a 400% de inflación y a una hiperinflación desesperante a fines de su mandato, presionando a los trabajadores a defender su salario con huelgas generales.
Esta escueta reconstrucción histórica, porque sin historia no hay presente ni futuro, simplemente nos permite saber en qué parte de la historia estamos parados y cuales son los caminos a seguir. Sergio Massa podrá optar por un ajuste demoledor, vieja y perimida receta neoliberal, para desindustrializar al país (que no demande dólares), exportar mucho importar poco, disminuir los ingresos de la clase trabajadora y la clase media y de esa manera cae el consumo y cae la inflación, aumentando el número de excluidos y el trabajo casi esclavo.
La otra opción del nuevo ministro de economía es la reconstrucción de las reservas del banco Central a través de una política clara que puedan entender las masas (los trabajadores, los excluidos, la clase media) y respaldar ese objetivo. También se debe instaurar la emergencia cambiaria que la derogó Macri para reponer el stock. Diversificar las exportaciones para que la pampa húmeda no sea el único oferente de dólares.
Por ejemplo, Toyota exportará toda su flota desde Argentina, debe hacerse lo mismo con el valor agregado del litio, del cannabis, de las salmoneras, regular y controlar el río Paraná en la franja llamada hidrovía, donde hay un festín de contrabando de cereales y otros productos provenientes especialmente del narcotráfico. En fin, hay salidas, pero con proyectos sólidos que no solo beneficien a los consorcios de pocas personas que se hacen llamar “mercado”, a quienes se los debe enfrentar con políticas de desarrollo industrial y apoyo popular.
Gran desafío para Sergio Massa que ha heredado una política sin proyecto económico para los obreros registrados y la falta de una solución empírica para los 13 millones de trabajadores que están fuera del sistema.
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