Escribe Héctor Pellizzi

“Mi papá, el espía de Perón”

Opinión

“Mi papá, el espía de Perón”

Me reuní, café por medio, en las inmediaciones del “Pepe” Amalfitani como “viejos amigos” que recién se conocen, con Hugo Miguel Fontana, hijo del mítico Hugo del Carril, uno de los cantores más famoso de la historia del tango argentino.

Hugo del Carril que había nacido como Piero Bruno Hugo Fontana, en el porteño barrios de Flores, fue productor, director de cine, actor, guionista y ese enorme cantor de tango con una fama envidiable.

Fue consagrado en el cine argentino por decenas de películas que dirigió y actuó, 65 en total, pero su más representativa es sin duda “Las Aguas bajan turbias”, que actuó, dirigió y la produjo, quedando en la historia como la obra más destacada del cine argentino. Obtuvo en 1952 el premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas como mejor Película y Mejor Director. En el XIII Festival Cinematográfico Internacional de Venecia (Italia / recibió el Diploma de Honor. La Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina la premió como Mejor Film, Mejor Director, Mejor Actor de Reparto (Pedro Laxalt), Revelación Masculina (Luis Otero). Recibió la Espiga de Oro en Rusia.

En 1945 protagonizó “La Cabalgata del Circo”, con Libertad Lamarque y con la participación de María Eva Duarte.

 

La primera relación con Evita

Mi papá contaba que la primera relación con Eva no fue buena, fue agresiva. Estando en el camarín maquillándose para la película “La Cabalgata del Circo” surgió el siguiente dialogo:

  • Don Hugo, ¿le puedo hacer una pregunta?
  • Cómo no…
  • Ud, gana mucho dinero ¿es verdad?
  • Y a Ud, ¡qué le importa lo que gano o dejo de ganar!
  • No, digo, no sea cosa que Ud, gane tanto dinero y de repente no sepa que hacer habiendo tantos chicos que necesitan…

Eva, mucho antes de conocerlo a Perón ya tenía esa mentalidad, pero fue tal la puñalada que le acertó a mi papá que lo dejó pensando, entonces los fines de semana, durante mucho tiempo, se iba a los barrios humildes y se llevaba tres o cuatro chicos para almorzar y tomar helados…

 

Recuerdos de infancia

 

  • Hugo, ¿qué recordás de la infancia con tu viejo?

 

  • – ¡Todo! ( risas). A los cinco, seis años, papá tenía tres criaderos de nutrias, uno en el Delta, otro en Pacheco y un tercero en Ayacucho. Tenía un auto Valiant, de aquellos con asiento entero adelante y viajábamos los dos solos para Ayacucho y en las rutas vacías de aquellos tiempos yo iba parado en el asiento y de vez en cuando me ponía sobre sus rodillas, yo tomaba el volante y creía que manejaba… Una infancia muy linda, muy feliz… Antes de los cinco años mi papá viajaba mucho en sus giras artísticas, yo era muy caprichoso con relación a él y siempre lo quería tener a mi lado. Entonces mi mamá, viendo que yo lo extrañaba muchos me daba el sombrero, el pañuelo y la guitarra y me ponía frente al combinado y allí estaba horas escuchando a mi papá… Él no era muy futbolero, igual que yo, en una oportunidad estaba ensayando cabecear la pelota contra la pared, pasó, la tomó y cabeceó… “así se hace” me dijo… Y nunca más toco una pelota. En otra oportunidad me pasó la guitarra que guardaba en una boardilla y a mí se me resbaló, se ve que era muy pesada para mí y con la rodilla la rajé. Nunca más me la dio hasta pasado los 12 años… Tengo muchos recuerdos en la quinta, él era un apasionado por las plantas y yo le ayudaba a juntar semillas para después plantarlas. Una infancia muy linda.

 

  • ¿Cuándo te diste cuenta que tu padre era famoso?

  • Desde siempre, cuando me llevaba a la escuela se armaba el alboroto, Cierta vez lo acompañé al médico que estaba a dos cuadras y media de casa y tardamos una hora en llegar, un día fuimos a un bar enfrente de la cancha de River, allí tomé mi primer vaso de cerveza y se armó un batifondo monumental, en el exilio era igual, nos habíamos ido en 1972 y volvimos cuando regresó el General. En México filmó tres películas. Así que la fama de mi padre para mí siempre fue una cosa normal.

  • ¿Cómo era él?

 

  • No se callaba nada, no era cascarrabia, pero decía lo que tenía que decir. Con Tita Merello se adoraban, tenían una gran amistad, pero un día, Tita dijo, durante la última dictadura, a través de la revista Radiolandia, que Hugo del Carril no debía salir de Argentina, porque el país… que esto que lo otro…. A nosotros nos estaban enseñando portugués porque pensábamos irnos a vivir a Brasil, y a papá le molestó ese artículo, así que llamo a la revista y le contestó lo siguiente: “Si yo no tuviese hijos y tendría un perro faldero llamado corbata, también no me iría, pero tengo hijos…” Finalmente no nos fuimos no obstante vivía muy inseguro, muy amenazado, no la pasó bien, pero la convicción de peronista, la condición de militante, de resistencia nunca lo abandonaron, tal es así que había un boliche llamado Vos Tango que cada vez que iba actuar se encontraba con Ubaldini, Lorenzo Miguel, Bitel, entre otros compañeros y después del cierre cantaban la marcha peronista y el pobre Gordo Pisorno sabía que al otro día le clausuraban el boliche.

 

Hugo del Carril y el General Perón

  • Al General se lo presentó Eva Duarte, ya ella siendo primera dama. Él venía de familia radical y anarquista pero se quedó tan deslumbrado con Perón que abrazó la causa peronista y sellaron una amistad indisoluble. Fue el General que le pidió que grabara la marcha peronista, que después del derrocamiento del gobierno por parte de Aramburu y Rojas fue preso y estuvo en la lista de los que iban a ser fusilados. Mi mamá Violeta, estando en Madrid cuenta que Perón le relató como era el armado de una bomba atómica y recuerdo que dijo: «Mirá lo contó tan bien, tan facil, tan fácil, que si yo hubiera tenido los elementos que el General me dijo, ¡la armo! Todavía conservo las cartas que se intercambiaban con Perón. En aquella época pocas personas podían visitarlo en el exilio sin levantar sospechas, a mi papá lo contrataban para actuar, sacaba la visa y se iba a España y tenía largas charlas con el General quien le daba instrucciones, parecía una película de espionaje. Mi padre se tenía que memorizar todo lo que Perón le decía para trasmitírselo a los compañeros. Actuaba de espía, esa era la realidad.

 

El debut de Hugo Fontana

  • Hugo, ¿Cómo fue tu debut artístico?

 

  • A papá le iban a dar un reconocimiento en la Casa de Troilo en el Abasto, era un sótano sobre calle Corrientes. Le entregaban el bandoneón de oro. Me mandó a mí con un caset por él grabado a modo de salutación, fui acompañado por Juan Fusaro, estaba María Marta Serra Lima que tuvo que ver mucho mi padre en la carrera de ella, al final de la ceremonia la gente me obligó a cantar, yo nunca lo había hecho en público y canté. Al otro día Fusaro le hizo escuchar la grabación y papá me llamó y me preguntó si quería hacer del canto una profesión, le dije que sí. Bueno, me dijo, mañana comenzás conmigo. Yo venía estudiando canto con el profesor Ricardo Catela, un gran tenor del teatro Colón. Debuté en la Casa de Anibal Toilo cantando a dúo con mi padre un tango llamado Angustias. Ese verano voy contratado a Mar del Plata  y papá firmó otro contrato en el Château Frontenac. Habíamos arreglado que una vez por semana venía a mi espectáculo y yo iba al de él. En la segunda vez que hicimos lo convenido, sufre un infarto y ya nunca más canté con su compañía. Después seguí cantando con los músicos de él y continué la carrera porque me gusta, jamás pensé en superarlo, sí de homenajearlo permanentemente, mi misión es prologar su historia, porque cuando yo me presento la gente grande no me está viendo,  está viendo a mi padre y los aplausos son su presencia.

Héctor Pellizzi escritor y periodista, Director del Diario La Voz de los Barrios

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