El periodista Lucas Molinari de Radio Gráfica escribió este domingo la dolorosa deuda social que tenemos los adultos con los niños y las niñas argentinas
300 mil personas coparon la porteña Avenida 9 de Julio en defensa de las infancias
Por Lucas Molinari
El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asumió como presidente. En su mensaje a la Asamblea Legislativa prometió: “Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia – toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales -, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”.
La última frase quedó en la memoria colectiva, seguramente porque en estos 40 años nos hemos empobrecido y esos derechos básicos que nombró el referente radical, están lejos de ser garantizados.
Juan Perón definió: “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo
Es cierto que con Néstor y Cristina hubo 12 años de recuperación y conquistas de derechos.
Millones de desocupados se incorporaron al mundo del trabajo y muchos comedores comunitarios dejaron la asistencia alimentaria para convertirse en espacios productivos, culturales…
Pero no alcanzó. Las bases económicas dependientes que impuso el Plan Martínez de Hoz no fueron reemplazadas.
El país volvió a producir en 2003 aprovechando la capacidad ociosa de un percudido entramado industrial.
Pero desde el 10 de diciembre del 2015, Macri quebró muchas de las reformas kirchneristas. Del modelo productivo se pasó al financiero. El desempleo volvió a pegar fuerte y reaparecieron las escenas de miles de familias en los comedores comunitarios.
Se trata de una experiencia cercana, que tuvo como contrapartida una gran resistencia popular. Al gobierno vendepatria se lo empezó a echar en la calle, un acumulado que cosechó en votos la coalición del Frente de Todos.
Los spots de campaña para ganarle al macrismo en aquel 2019, criticaban la “heladera vacía” y prometían un futuro mejor. En un país lleno de riquezas solo crecía el dolor social.
La realidad no cambió, empeoró sobre todo para quienes deberían ser los “únicos privilegiados”. El “Barómetro de la deuda social de la infancia” que realiza la Universidad Católica Argentina, publicó en abril su último estudio:
“Se registra un piso del 30% de la población infantil que carece de una alimentación suficiente y casi la mitad de esta experimenta privaciones graves. Asimismo, que la protección social orientada a lo alimentario se ha incrementado de modo notable en los últimos años logrando revertir la tendencia, pero siendo insuficiente para erradicar el problema (…) Es relevante señalar que, en 2022, la inseguridad alimentaria afectó al 56% de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) en el estrato trabajador marginal y 62% al 25% más pobre. Y, a casi el 45% de los NNyA pobres en términos de ingresos. Asimismo, es notable la mayor vulnerabilidad de los NNyA en hogares monoparentales (con un solo progenitor que por lo general es una mujer) donde la inseguridad alimentaria alcanza al 39%”.
El informe destaca el progresivo deterioro en las condiciones de vida: “La inseguridad alimentaria -hambre y reducción de la dieta de alimentos en los últimos 12 meses por problemas económicos- se incrementó un 44% entre 2010 y 2022 y el mayor deterioro se detecta en los últimos cinco años. El peor momento se constató en el pico de la pandemia, en 2020, cuando llegó al 37,2%. Y, aunque durante los últimos dos años se registró una mejora, en el segundo semestre del 2022 un tercio de la población de niños y adolescentes se encontraban afectados por esta problemática”.
Así andamos…
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Lucas Molinari: «La inseguridad alimentaria afectó al 56% de los niños, niñas y adolescentes…»
El periodista Lucas Molinari de Radio Gráfica escribió este domingo la dolorosa deuda social que tenemos los adultos con los niños y las niñas argentinas
300 mil personas coparon la porteña Avenida 9 de Julio en defensa de las infancias
Por Lucas Molinari
El 10 de diciembre de 1983 Raúl Alfonsín asumió como presidente. En su mensaje a la Asamblea Legislativa prometió: “Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia – toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales -, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura”.
La última frase quedó en la memoria colectiva, seguramente porque en estos 40 años nos hemos empobrecido y esos derechos básicos que nombró el referente radical, están lejos de ser garantizados.
Juan Perón definió: “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo
Es cierto que con Néstor y Cristina hubo 12 años de recuperación y conquistas de derechos.
Millones de desocupados se incorporaron al mundo del trabajo y muchos comedores comunitarios dejaron la asistencia alimentaria para convertirse en espacios productivos, culturales…
Pero no alcanzó. Las bases económicas dependientes que impuso el Plan Martínez de Hoz no fueron reemplazadas.
El país volvió a producir en 2003 aprovechando la capacidad ociosa de un percudido entramado industrial.
Pero desde el 10 de diciembre del 2015, Macri quebró muchas de las reformas kirchneristas. Del modelo productivo se pasó al financiero. El desempleo volvió a pegar fuerte y reaparecieron las escenas de miles de familias en los comedores comunitarios.
Se trata de una experiencia cercana, que tuvo como contrapartida una gran resistencia popular. Al gobierno vendepatria se lo empezó a echar en la calle, un acumulado que cosechó en votos la coalición del Frente de Todos.
Los spots de campaña para ganarle al macrismo en aquel 2019, criticaban la “heladera vacía” y prometían un futuro mejor. En un país lleno de riquezas solo crecía el dolor social.
La realidad no cambió, empeoró sobre todo para quienes deberían ser los “únicos privilegiados”. El “Barómetro de la deuda social de la infancia” que realiza la Universidad Católica Argentina, publicó en abril su último estudio:
“Se registra un piso del 30% de la población infantil que carece de una alimentación suficiente y casi la mitad de esta experimenta privaciones graves. Asimismo, que la protección social orientada a lo alimentario se ha incrementado de modo notable en los últimos años logrando revertir la tendencia, pero siendo insuficiente para erradicar el problema (…) Es relevante señalar que, en 2022, la inseguridad alimentaria afectó al 56% de los niños, niñas y adolescentes (NNyA) en el estrato trabajador marginal y 62% al 25% más pobre. Y, a casi el 45% de los NNyA pobres en términos de ingresos. Asimismo, es notable la mayor vulnerabilidad de los NNyA en hogares monoparentales (con un solo progenitor que por lo general es una mujer) donde la inseguridad alimentaria alcanza al 39%”.
El informe destaca el progresivo deterioro en las condiciones de vida: “La inseguridad alimentaria -hambre y reducción de la dieta de alimentos en los últimos 12 meses por problemas económicos- se incrementó un 44% entre 2010 y 2022 y el mayor deterioro se detecta en los últimos cinco años. El peor momento se constató en el pico de la pandemia, en 2020, cuando llegó al 37,2%. Y, aunque durante los últimos dos años se registró una mejora, en el segundo semestre del 2022 un tercio de la población de niños y adolescentes se encontraban afectados por esta problemática”.
Así andamos…