La trampa del atraso cambiario
Se lee y se escucha que el ajuste en el cinturón del pueblo era necesario por la existencia de un atraso cambiario.
María Constiglioni Cotter del diario La Nación, suele decir: “… El atraso cambiario afecta fuertemente las exportaciones. La corrección de esto se debe encarar en forma rápida…”
“Para volver a ser competitivos es necesario quitarle valor al peso y que pierda posiciones frente al dólar”, dicen los expertos.
Se taladra a más no poder que el atraso cambiario es negativo porque desalienta la producción orientada al exterior. Como lo que se busca es tener una balanza comercial positiva, es decir que las ventas superen a las compras, cualquier dificultad que se les impongan a las exportaciones impacta en la cantidad de divisas genuinas que el país puede obtener y afectaría decididamente al trabajo, ya que si las industrias venden menos se ven obligadas a cesantear trabajadores para no ver disminuidas sus ganancias.
Para la consultora Economía & Regiones, una de las consecuencias del gobierno peronista de atrasar el dólar o usarlo como ancla nominal, tenía como fin incentivar el consumo interno y tratar de frenar la inflación, generando un proceso de redistribución social en el cual se encarece el precio del trabajo y aumentan los salarios, restándole competitividad a los productos de mayor valor agregado o, incluso, a la exportación de servicios.
Es decir que la falta de competitividad es culpa de los altos salarios que ganan los trabajadores.
La Argentina tiene un historial de inflación muy marcado, a tal punto que ya forma parte del ADN nacional. Si se tomaran los últimos 40 años (1975-2015), en 17 de ellos se registraron niveles de inflación superiores al 40 por ciento y los picos más importantes se dieron en 1976 (444 % anual), 1984 (688 % anual), 1985 (385 % anual), 1989 (4.924 % anual) y 1990 (1.344 % anual).
Si comparado con los 22 % anual del 2014 da risa, pero en los últimos 70 años, el país atravesó situaciones de atraso cambiario que siempre terminaron con ajustes de shock.
El gradualismo nunca funcionó por estas latitudes porque no sirve hacer un ajuste a mitad del camino, ya que el mercado y las expectativas de una nueva corrección nunca desaparecen.
Cómo deshacerse, entonces, del atraso cambiario. Para este gobierno las posibles soluciones estructurales serían 1) Reducir la tasa de interés a costa un menor consumo, que generará recesión porque la gente comprará menos y se parará el proceso de la inflación; 2) destruir puestos de empleo, para que caiga el salario y, entonces, puedan bajar los costos. 3) aumentar la productividad por trabajador, que sean más eficientes ganando menos.
Al decir de Diego Díaz: “Siempre son los sueldos los que “perturban” la economía. Nunca la tasa de ganancia de las empresas. ¿Existe una tasa “justa” de ganancia para una empresa o está habilitada a ganar todo lo que pueda? ¿No importa si hay empresas ricas y obreros pobres? La solución al atraso cambiario suele ser una devaluación que, claramente, perjudica el bolsillo de los asalariados, ya que en general los precios no se devalúan (todo lo contrario aumentan) y la que baja es la moneda (es decir el poder adquisitivo).
¿A quien beneficia directamente una devaluación? Claramente a los exportadores, que ven rebajados sus costos internos y por cada dólar que obtienen del exterior aumenta su poder adquisitivo dentro del país. También se benefician todos aquellos que tienen deudas en pesos ya que al devaluar disminuye necesariamente ese monto. Si se han pesificado deudas (como todos recordamos sucedió en el 2001 con las grandes empresas del país incluida la de la familia Macri) entonces la deuda queda prácticamente licuada…”
La trampa del atraso cambiario es que nos hacen creer que solamente se debe reducir los salarios, echando empleados y achicando el Estado. Pero en realidad puede solucionarse impactando sobre la tasa de ganancia de las empresas.
Claro que esta última opción nunca es aceptada por los sectores afectados, que son justamente aquellos que tienen el poder real.
Así que vecina, a chuparse el botón…