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La maternidad como mandato, como maldición, como carga y deseo. Así podemos pensar a Casas Vacías, de Brenda Navarro. La primera novela de la mexicana se atreve a meterse en esas aguas, a veces oscuras y pantanosas, y sale con una prosa sutil y afilada.

Narrada por dos voces, dos madres que comparten está maldición: una que no quiere la maternidad y la otra que la desea más que a su propia vida.
Dos soledades hermanadas, separadas por clase y lenguaje, que no solo nos hablan de la maternidad. Detrás de los dos relatos paralelos, acechando, está el profundo horror de los desaparecidos.

Daniel (o Leonel, según la.madre que hable), es autista. No habla. Y no es vano, ya que nadie habla de los más de 60 mil desaparecidos que hay en México en la actualidad.
La maternidad como dolor, los desaparecidos como sombras de lo que somos. Casas Vacías es una notable y potente primera novela, a la que hay que darle una oportunidad.

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