Berisso. Río y chimenea. El pueblo nació al sur de la Ensenada de Barragán. Allí , donde desembarcaron los ingleses en su segunda invasión que no fue la última. En 1871, el italiano José Berisso instaló en esas tierras inhóspitas el saladero San Juan. El negocio creció y los ranchitos laburantes brindaron fisonomía al pueblo naciente.
En 1882 se fundó la vecina ciudad de La Plata y la suerte de Berisso quedó atada a la nueva capital. El siglo XX dejó atrás los viejos saladeros criollos y le dio paso los frigoríficos británicos. La Armour y Swift exportaban hacia el Reino Unido nuestra carne procesada y enlatada. Un aluvión de inmigrantes llegó al pueblo. Crisol de laburantes que forjaron una identidad propia. Berisso, tierra de criollos, yugoslavos, albaneses, búlgaros, ucranianos, polacos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Uno de los centros neurálgicos del Berisso fue el bar Sportman, sobre la calle Montevideo. Sus mesas fueron testigos mudos de mitos e intrigas. Quienes abogaban la teoría que el Mariscal Tito vivió en Berisso cuentan que fue habitué del bar. Sin lugar a dudas y especulaciones, el 17 de octubre de 1945, encabezados por Cipriano Reyes, una larga columna de obreros de la carne partió desde la puerta de Sportman para concluir el día produciendo el Big Bang de la historia argentina.
Bar de mesas desvencijadas, café, ginebra y escenario para una pequeña orquesta. En Sportman se respiraba fútbol. La figura idolatrada era Ismael Morgada. El gaucho vivía sobre la calle Génova, a dos cuadras de Estrella de Berisso, cuna futbolera de Miguel Ángel Lauri. El wing tripero era devoto del ritual del pocillo cotidiano junto a la ventana. Bailarín consumado y actor vocacional.
«Chamuyo bolichero, sobrador, plagado de dichos, impregnado de parlamentos sainetescos», lo describió Borocotó.
Otro muchacho de Berisso que paraba en el Sportmnan era Atillo Herrera ídolo de la tribuna gimnasista. La hinchada enloquecía cuando volaba panza abajo y atenazaba el tiento con ambas manos. Por esa característica, los veteranos vieron en él a un sucesor de José Baruca Laforia. Pero hubo una tarde que Herrera tuvo un gesto tan destacable como olvidado.
Domingo 15 de abril de 1934. Gimnasia recibió a huracán. 37 minutos. Ataque quemero. El juvenil Daniel Bálsamo convirtió en el arco tripero, pero el árbitro Consolatto Nai Foino inválidó la conquista por off-side. Herrera se aproximó al veterano referee para decirle algo:
«Herrera tuvo un gesto que pinta como ningún otro su condición de deportista íntegro. En el primer periodo del match, el jugador Bálsamo marcó un tanto que el referee anuló por off-side. Herrera se acercó al árbitro y le manifestó que Bálsamo estaba en posición lícita. Nay Foino anuló el fallo, felicitó el jugador por su gesto, que no pasó desapercibido por los aficionados quienes supieron apreciarlo». (Diario Última Hora)
Gimnasia ganó 2 a 1, goles del petiso Armandos Zoroza y Arturo Naón.
Atilio Herrera defendió 150 veces la meta tripera. Un símbolo del club platense.
Del libro; «Héroes en tiempos infames» de Carlos Aira