Por Lucas Molinaria

Este 7 de agosto se logró una marcha unitaria. Es cierto que menor en convocatoria a años anteriores, por el asedio del gobierno a las organizaciones sociales.

“No es un momento cualquiera“, planteó en el cierre del acto de Plaza de Mayo Alejandro Gramajo, titular de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular), “no va a haber posibilidad de reconstruir el Movimiento Nacional si no somos capaces de profundizar la unidad y la lucha, porque este gobierno está empujando al exterminio social a todo el pueblo argentino. Ha decidido desatar una guerra económica y social sobre el bolsillo de todo el pueblo trabajador“. Al finalizar el dirigente pidió “no caigamos en la campaña de la demoralización, hay mucho por hacer y todo depende de nosotros“.

Fue una enorme apuesta de la militancia para volver a las calles tras la represión en Plaza Congreso cuando se trató la Ley Bases. La peregrinación desde Liniers al centro porteño se limitó en número, para evitar provocaciones de las fuerzas federales y se logró que todos los sectores estén en el escenario. CGT (Héctor Daer, Pablo Moyano, entre otros dirigentes), las dos CTA y los organismos de Derechos Humanos.

Pero pasó apenas un día para que un nuevo escándalo le permita al gobierno esconder la crisis (y esa Plaza llena).

La figura decadente de Alberto Fernández volvió al centro de la escena por la denuncia de su ex-pareja por violencia de género. Un hecho aberrante, que involucra no solo al ex presidente sino a su entorno.

Esta denuncia, parece profundizar aún más la crisis de representación que, por ahora, acumula el gobierno de Milei.