“El Che aún vive en mí y la nostalgia habla en castellano”

  Escribí estos versos hace 30 años y fueron publicados en mi libro Gume. Eso es lo que siento por el Che y su sueño internacionalista y revolucionario de cambiar el mundo.  Podría titular cada una de estas fotos diciendo el impacto que tuvieron en mí y lo mucho que mi corazón se llenó de ternura, al visitar la plaza donde hay una escultura de tamaño natural bellamente tallada, en la que lleva en su regazo a un niño indígena para representar el futuro de los buenos tiempos, colocada simbólicamente frente al Partido Comunista de la ciudad, o la plaza donde un tren cargado de armas fue capturado y definió la revolución, o incluso el enorme Memorial, con su museo increíblemente completo, la escultura gigante que parece llegar al cielo, el tótem. con la carta de despedida a Fidel, el cementerio con los cuerpos de los revolucionarios de su Columna, pero nada, nada se compara con la emoción de ingresar a su mausoleo, (parte del Memorial) que fue construido en 1997 para recibir sus restos mortales, provenientes de Bolivia. Un espacio semejante a un bosque, con sus ríos y sus aguas.

Un espacio pequeño y delicado, donde permanece viva una pira que representa el fuego revolucionario de las ideas, con esculturas en las paredes, en alto relieve, de todos los que estuvieron con él en la última batalla, incluida una mujer llamada Tania.

Sobre un sencillo muro de piedra, también tallado, está el Che: pequeños ramilletes de flores de azucena y jazmín están colocadas cerca de su rostro y el de todos sus compañeros. Los intercambia diariamente una empleada que me abrazó y lloró de emoción cuando le pedí un ramito para poner en un libro de poemas. Salí de allí oliendo a jazmín, con el susurro del agua en mis oídos, el vaivén de las hojas sobre mi piel, el fuego acariciando mi futuro.

PD: Mi compañero Sennor y yo estuvimos un buen tiempo en silencio y luego fuimos a tomar una cerveza para brindar por la esperanza.

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Emoción en Santa Clara

Cuba, 28 de mayo de 2025