«…Los años 70 eran años de mucha movilización, participación y creatividad. Los
grupos de artistas estaban en constante actividad, creando y recreando movimientos
culturales.
Mis primeros pasos como docente los hice en el Gran Buenos Aires, en Pilar y en
General Sarmiento, era delegada de la CTERA. La Directora era Susana Pertierra, hoy
desaparecida juntamente con la portera de la escuela. En aquel año de 1976 se habían
llevado a punta de ametralladora a Bomby, maestra de tercer grado desde adentro del
establecimiento, ante la mirada atónita de todos los chiquitos.
Poco tiempo después supe de la desaparición de mi marido en Junín y presentía
que me vendrían a buscar, porque la dinámica de las operaciones más que a nosotros
mismos buscaban sembrar el terror, daban vuelta cincuenta casas buscando una persona que todo el mundo podía reconocer como inofensiva.
En la ciudad de Junín no se justifica las centenas de operaciones realizadas brutalmente, las torturas, las prisiones y los asesinatos, un verdadero despropósito si se lo
identifica con los fines que ellos decían perseguir. En nuestra ciudad había un grupo de
jóvenes idealistas que se reunían en una confitería a arreglar el mundo, pero jamás
hicieron actos que se los pudiera asociar a violencia directa o a acciones de terrorismo.
En verdad se hacía todo esto para generar la idea de una guerra, la teoría de los dos
demonios. Imagínense que cuando allanaron la casa de mi marido, la abuela de ochenta y pico de años, inválida fue sacada en camisón a la calle y mantenida durante más de
media hora con los brazos hacia arriba.
En mi casa fue otro tanto, cayeron hasta los vecinos, hasta los que estaban de
visita, mí padre que había sido un hombre dedicado exclusivamente a la familia y al
trabajo le rompieron varias costillas y un tiro le raspó el cráneo, todo esto para obligarlo
a decir dónde yo estaba.
A mi me levantaron en Venado Tuerto, no sé por que razón me registraron en la
comisaría, tal vez este fue unos de los motivos por el cual estoy viva. Después me llevan
en calidad de secuestrada a Junín, porque nunca figuré en ninguna dependencia, ni se
dónde estuve ya que estaba permanentemente encapuchada.
A mi marido se lo llevaron el 25 de mayo y a mí el 9 de julio, triste modo de festejar
las fiestas patria. Ese modo de hacer patria destrozando familias y robando en las casas
que allanaban, esto en pequeña escala, y en gran escala tenía que ver con el proyecto económico que sostenían solamente reprimiendo al pueblo.
En mi casa se robaron todo lo que tenía valor, lo que se podía vender, hasta las
enciclopedias y diccionarios que tenían valor de mercado; fueron muy consecuentes
con la ideología que los inspiraba.
Poco tiempo después supe de la desaparición de mi marido en Junín y presentía
que me vendrían a buscar, porque la dinámica de las operaciones más que a nosotros
mismos buscaban sembrar el terror, daban vuelta cincuenta casas buscando una persona que todo el mundo podía reconocer como inofensiva.
Un hecho curioso pasó por iniciativa del párroco de Villa Belgrano cuando una
mujer lo consultó porque el hijo, conscripto del ejército, había llevado un reloj despertador a su casa que robara, con autorización de sus superiores, de una residencia que
los militares habían allanado. El cura párroco le aconsejó devolverlo, la mujer así lo hizo. Golpeó la puerta de mi casa y devolvió el reloj que era de mi padre. Los vecinos
fueron muy solidarios con mi familia y ayudaron mucho, máxime porque los militares se
habían robado el sobre del sueldo que mi padre había cobrado el día anterior en el ferrocarril.
Estuve muchas horas dando vueltas en Junín, en el piso de un auto, tabicada y así
me tuvieron viajando por muchos kilómetros; al otro día o a los dos días, no se, me
tiraron en el centro de Buenos Aires. Pienso que fue para que «quemara» casas, porque
cuando me soltaron me pidieron que no vaya a la casa de ningún familiar por lo que
creo que suponían que me iría a esconder en la casa de amigos.
Yo realmente no tenía quién me pudiera esconder, por lo que anduve dando vueltas, rondé la residencia de algunos familiares que no me quisieron recibir y finalmente una tía me aceptó con la condición de que llamara a mi padre y me viniera a buscar. Yo tenía terror de volver a
Junín porque me habían amenazado de muerte a mí y a toda mi familia que incluía a mi
hijo de nueve meses. Mi padre en su afán de protegerme me llevó a Junín. El se había
criado y nos había criado dentro de una filosofía en la cual si teníamos un problema,
había que ir a la policía, porque las fuerzas de seguridad estaban para cuidarnos; quién
podía imaginar que emplearían una metodología tan siniestra, que actuarían con ¡tanta
monstruosidad! El me decía: «si no hiciste nada, andá y presentate que a nosotros nos
prometieron que no iba a pasar nada y que conservarías el trabajo.»
Mi estado físico era deplorable y anímicamente estaba destruida, tome algunos
calmantes y aparecí en el Hospital Ferroviario; el Ejército ocupa el lugar y después
quedo presa en la comisaría primera durante dos meses. Posteriormente me trasladan
a Mercedes donde me tienen hasta fin de año cuando me llevan al penal de Villa Devoto.
No quiero ahondar mucho en los malos tratos al que fui sometida porque en este
particular, el de la violencia física, iconográficamente ya ha sido reproducido por muchos medios, películas y expresiones artísticas.
Por comentarios informales me entero de que Hugo Torreta, mi marido, fue muerto al tercer día de su prisión. Se les quedó en la sala de tortura. Esto da por tierra con la versión oficial que asegura que fue rescatado por un comando del ERP.
Después de 13 meses encarcelada me dan la opción de salir al extranjero o quedar en libertad en el país, opto por la segunda.
Creo que era conveniente establecer la conciencia del terror, escribir esa página
sangrienta para que ninguno más se anime a levantar cabeza, en función del objetivo
principal que fue el móvil del golpe y que era el plan de tener un pueblo sumiso, disciplinado, sin discusión, para poder ejecutar el proyecto económico de entregar el país. Esa
política de terror era tal, que estando yo ya secuestrada, seguían allanando residencias
diciendo que me buscaban y aprovechaban para destrozar, para poner patas para arriba toda la casa.
Una noche se llevaron todos los puesteros de la Laguna de Gómez porque decían que uno era comunista. Así como se llevaron a todos los integrantes de la Lista Rosa de la Unión Ferroviaria.
De Junín también se han llevado gente que no tenía conciencia política de ninguna naturaleza. El caso emblemático es de una señora que se la llevan a Mercedes y se la olvidan esposada en la Estación de Trenes. Esta buena mujer, camina hasta la cárcel para poder entregarse y allí le dicen que no la podían aceptar porque no había orden de captura a su nombre, entonces intenta en la comisaría donde le comunican exactamente lo mismo. Averigua dónde es el Juzgado Federal, va hasta el mismo y se entrega, obviamente le sugieren que se vuelva a la comisaría, y así se pasó toda la mañana. Caminó más de sesenta cuadras. Era lógico que distaba mucho de ser una persona con conciencia e ideología de militancia, sino no se entregaría nunca. Cuanto más personas inocentes capturasen más sembraban el terror.
También hubo un allanamiento en una casa de calle Alsina al fondo, y como no
encontraron al marido se llevaron a la mujer presa. Tiempo después era el propio marido que la visitaba y le llevaba comida a la prisión. Realmente sería gracioso si no fuera por la enorme tragedia que nos tocó vivir…”
Testimonio de Susana Boguey al periodista Héctor Pellizzi, extraido del Libro El Orden de las Tumbas