Una quieta agonía encierra a Lina y a Relicario. La tierra muerta, la lluvia ausente. La inamovilidad de los que esperan la muerte, único final cierto del camino, hasta que, una suerte de rebeldía, rompen ese monótono transcurrir.
Gabo Forte
Lina decide emprender un viaje. Hacía el mar, hacía lo desconocido. Relicario se opone, férreo. “A los muertos no se los abandona”, sentencia. Pero Lina tiene la obstinación de la aventura, y discurre hacia adelante, hacia el agua, que como siempre, es darles de vida.
En este punto, Quebrada, la novela de Mariana Travacio, hace eso, se quiebra en dos. El camino de Lina y la quietud de Relicario, que se rompe para ir a buscarla, con sus muertos a cuesta, ya que sin ella, la vida no vale más que el polvo.
En el contraste de esas voces en movimiento, en una espacio que parece permanecer frenado en el tiempo, radica la estructura narrativa de la primera parte de la novela.
La segunda parte se narra desde otro punto de vista, y el que cuenta, relata la vida del hijo de Lina y Relicario, al que entregaron de muy chico para que tenga otra vida.
Dos veces huérfano, el nuevo narrador mira todo con cierta distancia, lo que le permite un nuevo punto de perspectiva de lo que sucede.
Una historia en un tiempo que parece no pasar, que se quiebra en el mismo suelo polvoroso que habita.
Mariana Trvacio, rosarina (1967) de la Pcia. de Santa Fe, licenciada en psicología por la UBA, realizó una Maestría de Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Sus cuentos han sido publicados en diversas antologías y revistas de Argentina, Uruguay, Brasil, Cuba, España y Estados Unidos. Parte de su obra ha sido traducida a los idiomas inglés, sueco, italiano y portugués.