Iron Mountain: memoria de un barrio

En La Boca las paredes hablan. Esta vez, piden justicia y brindan homenaje a los once bomberos y personal de defensa civil que murieron en el incendio intencional del que se cumplen 10 años en febrero. Recorrido por tres nuevos murales que recuerdan a los “héroes” de Barracas.

Iron Mountain: memoria de un barrio

Tal vez, una de las mejores tradiciones que tiene La Boca es su capacidad de recordar, de hacer memoria, de honrar a las y los propios.

Es el resultado de un barrio que, desde sus inicios, fue tramándose de la mano de organizaciones sociales de todo tipo: mutuales, asociaciones de asistencia, grupos de inmigrantes y bomberos voluntarios. A todos ellos se sumaron artistas de las más variadas especialidades que nacieron o llegaron al barrio y anclaron aquí su forma de narrar, de pintar, de construir.

Esas son las voluntades que se combinaron junto con familiares de las víctimas del incendio de Iron Mountain y organismos del Estado nacional para dejar en las paredes del barrio un homenaje y, al mismo tiempo, un pedido de justicia por quienes murieron cuando se cayó la pared del depósito de Barracas.

El inicio de todo esto es el incendio intencional que fue provocado el 5 de febrero de 2014 en el galpón que Iron Mountain tenía en Azara y Jovellanos, donde guardaba documentación de empresas y de administraciones estatales.

La empresa se dedica a eso: custodia de archivos de compañías. Pero ese año tuvo el quinto incendio en poco tiempo en alguno de los galpones que tiene alrededor del mundo. El de Buenos Aires no sólo terminó con la documentación de muchas empresas, muchas de ellas investigadas por lavado de dinero o delitos tributarios. También se llevó la vida de once bomberos y personal de defensa civil.

Casi diez años después, la causa judicial fue elevada a juicio oral, con una veintena de acusados. Allí se cuentan personal de Iron Mountain y funcionarios de nivel medio del Gobierno de la Ciudad porque hubo una habilitación municipal que pasó por alto las normas de seguridad que debían hacer cumplir.

Esa falta de control, que no obligó a la empresa a tener protecciones ignífugas en las columnas metálicas que sostenían el techo del galpón, permitió que el fuego derritiera las columnas como si fueran de plástico.

No pudieron sostener el techo e hicieron una panza hacia afuera que empujó la pared y aplastó a diez personas. Un año después, otro bombero voluntario, que había estado en el incendio, se suicidó. Nunca tuvo contención psicológica del Gobierno porteño.

“Con el mural pude dimensionar en primera persona, el afecto y respeto que tienen los vecinos hacia la labor del bombero voluntario”

“La propuesta nos llegó desde Acumar, que había recibido a familiares de las víctimas. Se sumó también el Ministerio de Cultura. Y empezamos a reunirnos con los familiares en Casa Tasso, donde hacemos el Taller de Gráfica Comunitaria. Ese fue el inicio de un proceso que nos hizo crecer a todos”, dice Lucho Galo, uno de los tres muralistas que pintaron las paredes de Irala 750, en la terminal de la línea 53; de Garibaldi esquina Suárez y de Martín Rodríguez 1050, en la Iglesia San Juan Evangelista. La idea original era pintarlos en el paredón que sobrevivió al incendio, pero este año se produjo uno nuevo, en el depósito de al lado y tuvieron que buscar otras paredes.

En esos encuentros que empezaron en mayo de este año, los familiares y amigos contaron su historia, mostraron noticias y les propusieron que vean el documental “En cumplimiento del deber”, del director Jorge Gaggero. Eso permitió ir encontrando la forma de los murales, que pudieran expresar las necesidades de las familias, pero también que “fueran representativos de la estética del barrio, que es latinoamericana, popular, quinqueliana, que tiene trazos como los de Berni, Carpani o Castagnino”, explicó Lucho, que comandó el mural de la Línea 53.

Cada mural representa una parte del camino recorrido por los familiares: el trabajo de los bomberos para apagar el incendio (Línea 53), la construcción de la memoria que tiene forma de santuario (Suárez y Martín Rodríguez) y un homenaje a quienes murieron cuando llegaron hasta el galpón para intentar salvar vidas (Iglesia San Juan Evangelista).  Todos tienen un código QR, que aporta más información: fotos, noticias y el acceso al documental, donde los familiares recuperan la historia de sus víctimas y se cuenta la trama de corrupción, lavado de dinero y delitos fiscales que está por detrás.

El segundo mural quedó en manos de Gia Abbondandolo, que viene trabajando el carácter de ritualidad en los sucesos cotidianos. “Acá pude dimensionar en primera persona, el afecto y respeto que tiene la sociedad hacia la labor del bombero voluntario. Todo vecino que pasaba por el mural, compartía su sentimiento de acompañamiento o agradecimiento hacia ellos”, dice Gia, que pintó un santuario con once velas.

A Patricia Salatino, la tercera muralista, le tocó el mural del bombero alado y pintarlo la “acercó un poco a la causa de los bomberos y la situación de los bomberos”. También recibió aliento de los vecinos que pasaban y puedo entender que “realmente los bomberos voluntarios trabajan de otra cosa y que son bomberos en lo que sería su tiempo libre. Hay una entrega muy grande de parte de ellos”.

Once héroes

Maximiliano Martínez, Damián Véliz, Pedro Barícola, Sebastián Campos, Leonardo Day, Juan Matías Monticelli, José Luis Méndez, Facundo Ambrosi, Eduardo Conesa, Anahí Garnica y Diego O’Neill.