El pibe de la boca
Por Carlos Aira
Jueves 3 de agosto de 1916. Barrio de La Boca. En una humilde pieza de inquilinato de Brandsen 965, el matrimonio criollo conformado por José Moreno y Balviana Fernández alumbró a un pibe al cual bautizaron José Manuel Moreno.
Infancia pobre junto a Escolástica, Iris y Estrella, sus hermanas mayores. La endeble economía familiar era una cruz. Don José, policía de profesión, percibía 90 pesos mensuales que no alcanzaba a cubrir las necesidades. La familia se mudó a una casilla en la misma vera del riachuelo. Lamadrid 166. Allí, donde comienza a unirse los cauces de los ríos, el agua no daba respiro y los ladrillos cedían más que a menudo. 3.60 y sube. El pibe José Manuel supo cómo era aquello de vivir en la intemperie.
José Manuel se convirtió en Rulito. Eternas tardes de fútbol en el patio del colegio San Juan Evangelista. El crak que deslumbraba pegándole con las dos piernas y soñaba con la azul y oro.
Llegó la prueba esperada. Año 1932. Sin carta de presentación y botines prestado. Jugó 20 minutos lujosos hasta que el delegado que dirigía el picado lo llamó. Raulito espero el elogio y la aprobación, pero recibió un cachetazo hiriente: pibe, no servís. Raja de acá. José se fue del potrero con un nudo en la garganta y un grito en perfecto capicúa:- “ya se van arrepentir ya se van…”
Tito Sánchez era vecino de Rulito. Le decían spaghetti por su parecido con una caricatura que aparecía en Crítica. Conocedor de las condiciones de su amigo lo convenció de ir a River Plate. A Rulito lo probaron una tarde en Seportivo Palermo. Un rato entreverado con la quinta bastó para el diagnóstico unánime de los presentes: el pibe de La Boca era un crack. Año 1933. ¿Dónde hay un mango viejo Gómez? cantaba Tita Merello. Rulito subsistía cómo podía. Obrero gráfico en editorial Atlántida y caramelero del cine Olimpia los fines de semana. Para ahorrar las chirola del tranvía, corría desde La Boca hasta la Recoleta, ida y vuelta. Así construyó las piernas más fuertes del fútbol argentino de su tiempo. Félix Roldán moldeó a Rulito como futbolista y se lo llevó a la consideración de los hinchas: campeón de cuarta y segunda división 1934.
RULITO MORENO
Américo Hirschi asumió la conducción de River en enero de 1935. El húngaro observó con interés al insider de 18 años que aunaba técnica y potencia. Otro que no le quitaba el ojo era Bernabé. Pasado los años, Moreno recordó: “él decía siempre que en la cuarta había un negrito – siempre me llamó así- que juega un montón y pone la pelota justa para el hombre de punta. Pedía que no me descuidaran”. Moreno manejaba los dos perfiles y una técnica de cabezazo insuperable, pero River tenía muchos delanteros y no sobraban oportunidades. La primera llegó con la gira brasileña. Hirschi llevó a tres juveniles sin experiencia, José Manuel Moreno, Luis Rongo y Roberto Alberico. El húngaro conocía la pasión de Rulito por la noche. En su castellano atravesado, el entrenador lo imploró buena conducta: “hay hombres un poco gastados y resolví llevar muchachos jóvenes como vos, pero mirá Rulito, no darme trabajo milonguerías y otras cosas que yo se gustarte. Si no, romper cabeza”.
River debutó venciendo 4 a 2 a Botafogo, pero la alegría de resultado se nubló con la lesión de insider derecho. José Lama. Hirschi propuso el debut de Moreno ante Vasco da Gama. Liberti no quiso saber nada. Para el presidente, la presencia de un debutante era demasiado handicap a un partido internacional. La discusión entre el presidente y el entrenador la resolvió Bernabé cuando encaró a Liberti y le dijo: “si no quiere que juegue el pibe, sabe qué, juegue usted”
La noche previa al debut fue un suplicio para Rulito. Un forúnculo en el muslo derecho no lo dejó dormir.
El histórico Machin Gomeza le aplicó fomentos toda la noche.
Mientras trabajaba con infinita paciencia, le imploró a Moreno que no jugara. Pero Rulito no se achicó. Llegó el día. Domingo 10 de febrero de 1935. Una multitud en San Januario. Rulito fue figura. River ganó cuatro a dos y Moreno volvió loco Fausto, un inmenso y veterano crack.
Rulito. El pibe desechado por Boca volvió de Brasil como estrella. Liberti le ofreció contrato profesional. Fiesta en la desvencijada casita junto al río. Moreno era el nuevo crack riverplatense. Así lo predijo la República:
Para los hinchas consecuentes de River Plate esto no es novedad. El pebete que como insider había logrado emocionarnos en más de una ocasión en esos partidos que para la masa no tienen ni el sabor de un vermouth, a cristalizado en su consagración como internacional frente a los equipos más poderosos de Brasil, dónde fue preferido frente a hombres consagrados que integraban la delegación. Ha logrado pues River Plate, con muy poco dinero por cierto, un verdadero valor para su poderoso conjunto.
Rulito debutó oficialmente en la primera fecha del campeonato. 17 de marzo de 1935. River venció dos a uno a Platense. Moreno abrió el marcador con un cabezazo. El primero de sus 74 goles de cabeza con la banda roja. Terminado el partido, Moreno recibió un sobre con 180 pesos, premio del triunfo. El fútbol profesional cambió la vida de los Moreno. La familia dejó la casilla y se mudó a Crucesita. Ya se acabaron las inundaciones. A pesar que el frenillo de la lengua lo hacía hablar atravesado, el pibe tenía algo más que un montón de fútbol, era dueño de un carisma especial:
“el pibe Rulito es el niño mimado del cuadro y las chicas gastan sus miradas por su pinta. Tanto dentro como fuera del pastichuelo, Morenito, que sabe del poder magnético de su figura, pone cara de cordero degollado y cuando mira hacia las tribunas, lo hace como cuando Greta Garbo recibe una ventosa cerca de la dentadura”
Bienvenido a la historia grande del fútbol argentino José Manuel Moreno. Rulito de la boca.
Nota de la redacción de La Voz de los Barrios:
José Manuel Moreno conformó la insuperable delantera de “La Maquina”, apodo con el que se conoce a la escuadra riverplatense que ganó diez títulos oficiales, considerada por la prensa especializada como el mejor equipo de su época, una de las más notorias en la historia del fútbol mundial y la mejor del fútbol argentino: Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau, nombres que dejaron una huella que permanece hasta el día de hoy.
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