SUBASTA DE ALMAS: UN LIBRO CONTUNDENTE SOBRE EL GENOCIDIO ARMENIO

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ARMENIA ARRASADA: SUBASTA DE ALMAS

 

 

 

 

LA HISTORIA DE AURORA MARDIGANIÁN

 

Aurora Mardiganián en 1918

 

“…quizás por primera vez este libro dialoga de un modo cada vez más certero con aquellos documentos y cobra, además, un valor contundente.  Aurora Mardiganián, su familia y su pueblo fueron víctimas del genocidio Armenio perpetrado por el Imperio turco- otomano entre 1915 y 1923, el cual, pese a haber sido probado de modo fehaciente, aún sigue siendo negado por su continuador y heredero legal: la República de Turquía.

Los historiadores no suelen tener la ocasión de presenciar en vivo y en directo los acontecimientos que luego estudian y narran. Para ello, se valen de fotos, registros, testigos y demás pruebas que le permitan, si no reconstruir aquella verdad, al menos sí dar una imagen  aproximada de lo sucedido. Aurora, en cambio, representa los ojos de la historia, en su mirada y en sus palabras presenciamos, con la fuerza de las escenas crudas plagadas de sentidos, uno de los mayores genocidios de la Humanidad y la antesala de la Shoá. En este caso, los documentos históricos parecen notas al pie de una realidad incontrastable,  aquella vivida por todo un pueblo, que en Aurora encuentra su voz….”

Eduardo kozanlián

 

Aurora Mardiganián en 1990

“…Sara corrió hacia mí con los brazos extendidos: -¡Aurora, Aurora, no dejes que nos maten!  -gritó. El zaptieh alzó en alto la pesada empuñadura de su látigo y la dejó caer con tal fuerza sobre el cráneo de Sara que el golpe arrojó su cuerpecito a gran distancia. No volvió a moverse; creo que el golpe debió haberle aplastado el cráneo. Mi madre lo vio, al igual que Hovnán y Mardirós. Mamá cayó al suelo, inmóvil. Un zaptieh la levantó y la flageló con el látigo.

Caí de rodillas ante el jefe de los zaptieh.

-¡Piedad para mi madre y para mis hermanos! – grité-. ¡Haré lo que desee, perteneceré a Alá, a él solamente daré gracias, si los salvan!

-Será lo que el Bey Nazim desee – replicó el zaptieh.

 No lo comprendí; me abracé a sus rodillas y seguí rogándole. Traté de tocar a mi madre, pero el zaptieh me arrojó al suelo. De repente comprendí por qué esperaban. El Bey Nazim había salido de la casa. Al verlo me arrastré hasta sus pies implorando misericordia.

-Seré turca, rezaré a Alá; obedeceré para salvar a mi madre -grité.

-Está bien, pero no solo tendrás que ser musulmana, sino hija de musulmana; eso será aún mejor – dijo Nazím-. ¿Qué dice la vieja? El zaptieh incorporó nuevamente a mi madre y, alzando el látigo, le ordenó:

– ¡El credo, pronto!

-Mamá, por favor, Dios te perdonará… Papá está en el Cielo y él te comprenderá- le grité. Mamá estaba demasiado débil para hablar en voz alta, pero sus labios se movieron en un susurro:

-¡Dios de San Gregorio, hágase tu voluntad!

 El pesado, látigo del zaptieh, descendió sobre mi madre, que cayó al suelo. Traté de llegar a ella; los zaptieh me retuvieron. Luché desesperadamente, pero fue inútil: el látigo continuó flagelándola una y otra vez. Mardirós gritó y trató salvarla con sus débiles manitos .Un zaptieh lo tomó por el brazo y lo mató con un solo golpe de la empuñadura del látigo. Cuando lo arrojaron a un lado, el cadáver de Mardirós casi cayó a mis pies.

Hovnán enroscó sus brazos alrededor del zaptieh que golpeaba a mi madre. Pero era demasiado débil. El zaptieh ni lo advirtió hasta que el cuerpo de mi madre se aflojó y supe que estaba muerta. Entonces  desenvainó su cuchillo y lo hundió en el pecho del pequeño Hovnán.

Poco antes, dos minutos o quizás  tres,  había estado allí de pie, sujeta por el zaptieh. Pero en aquellos breves instantes todo lo que me había pertenecido en este mundo había sido barrido de un golpe: mi madre, Mardirós, Hovnán y Sara. Sus cadáveres estaban a mis pies. ¡Mamá y Hovnán murieron con los ojos vueltos hacia mí, clavados en los míos! Los veo ahora, todos los días, todas las noches, casi a toda hora, cuando contemplo el nuevo mundo que me rodea. Tengo que mantener mis ojos cerrados durante horas por vez para mantener esa visión lejos de mí.

 

Estos trechos del libro Armenia arrasada: Subasta de almas, pertenecen a la impresión traducida por Vartán Mattiosián, cuya edición, notas y estudios estuvieron al cuidado de Eduardo Kozanlián. El libro está auspiciado por la Asociación Cultural Armenia Hamazkaín bajo el sello EDIAR

 

Eduardo Kozanlián

Vartán Mattiosián

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