LA RESISTENCIA DE LOS LÁPICES SE HACE NECESARIA
En la década del 70 emergieron múltiples agrupamientos. La mayoría de ellos tuvieron un ideario emancipador que sostenía como proyecto la construcción de una sociedad radicalmente diferente a la de aquel momento. La desaparición de las desigualdades e injusticias sociales fue el punto que unió a la mayoría de ellas, juntamente con la reivindicación de la liberación nacional y la lucha contra el imperialismo.
La vía revolucionaria armada fue parte de este imaginario inspirado, sobre todo, en el modelo de la Revolución Cubana. Pero no toda esta energía social transformadora asumió este camino. Las prácticas no-violentas de acción política también se multiplicaron, en partidos, agrupaciones, sindicatos, asociaciones barriales, centros culturales entre tantos otros.
Las escuelas secundarias y las universidades no estuvieron ajenas a este proceso, sino todo lo contrario, fueron espacios donde se desarrolló una intensa actividad. A temprana edad muchos jóvenes comenzaron su inserción política a través de distintos ámbitos de expresión y acción, como por ejemplo, los centros de estudiantes.
La toma de los edificios, las asambleas, volanteadas y pintadas sucedían a diario en los establecimientos educativos más movilizados. Buena parte de esta acción política radicalizada confluyó en el peronismo bajo la consigna “luche y vuelve”, que apelaba al retorno del exilio de Juan Domingo Perón y el reclamo de las elecciones democráticas. Ambas aspiraciones se hicieron realidad en 1973. (1)
La derecha reaccionaria y pro imperialista desde la asunción de Cámpora comenzó a pergeñar la retomada del control político y económico perdido por 18 años de lucha popular, sobre todo de los sectores mayoritariamente peronistas.
La implantación de un plan económico brutal, ultra liberal y conservador, principal objetivo del golpe de 1976, solo podía realizarse aplicando el terror, la tortura, el secuestro y el asesinato. Dentro de esta macabra panificación sucedió con lo que hoy se conoce como “La noche de los lápices”.
El 16 de septiembre de 1976 y días sucesivos, un grupo de jóvenes militantes de la Unión de Estudiantes (UES- peronista) y de la Juventud Guevarista fueron secuestrados en la ciudad de La Plata. Entre ellos estaban: Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Patricia Miranda, Gustavo Calotti y Emilce Moler. Cuatro de ellos sobrevivieron. Se presume que los restantes fueron fusilados en los primeros días del año 1977.
Retomar la resistencia de los lápices se torna imperioso porque la ultraderecha cavernaria, en este Siglo 21, apuesta a un modelo de hambre, de esclavitud laboral, al imperio exclusivo de las finanzas y de la timba financiera. Apuesta a degradación de la salud, la educación y a la dependencia tecnológica.
No volver al pasado, pero tenerlo en la memoria como herramienta de futuro para la independencia económica y la justicia social. (2)
Emilce Moler, sobreviviente
(1) Fuente: https://www.comisionporlamemoria.org
(2) Fuente: Héctor Pellizzi – La Voz de los Barrios