Entonces gritó furioso: » me da bronca jugar en la «A» en un estadio de la «C», que lleva el nombre del presidente de la AFA; cuyo hijo, encima es el presidente de ese club; y que el penal lo metió otro hijo del presidente; y que los perodistas chupamedias, digan que por ese gol de penal es el mejor jugador de la cancha».

Estaba rojo, casi sin aire.

Miró el reloj. Faltaban apenas dos minutos.

Vio a un Sarmiento herido, atacar rabioso. Entonces sintió que aún se podia…

Remate de Brea, rebote.

Otro remate, otro rebote. Cabecea el 9 goleador, Torres, buscando el área chica. Alli está el otro 9 goleador, Toledo.

Dos cabezazos en el área es gol…, piensa y Toledo le pega un soberbio cabezazo a la pelota que cruza el cuadrado de caños y cal.

Y es el gol que pone justicia.

Es el gol que hace que alrededor de la mesa familiar del almuerzo sabatino se abracen en Junin y en cualquier punto del mundo donde haya corazones sarmientistas.

Y es el final.

Exahusto, mira a su alrededor, todo es alegría.

Está disfrutando, como cuando Meza sobre la hora atajó el penal en Santiago para mantener el empate, y sumar un punto.

Está disfrutando como cuando Gondou también sobre el final puso el merecido empate ante Tigre, y sumó otro.

Está contento.

Sarmiento se aseguró la permanencia y se afirma en la primera división.

Piensa en tantas alegrías disfrutadas, y que siempre, siempre fueron precedidas de grandes sufrimientos.

Entonces se acuerda de uno de los trapos colgados en el alambre del Eva Perón: «El sufrimiento viene incluido».

Y sonrie feliz.

M.A.G.O