En estos tiempos donde el fascismo ha vuelto remozado a un paladar siglo XXI aquellos que
estamos de la vereda de enfrente y con responsabilidades legislativas debemos dar testimonio
de nuestras convicciones y ser la trinchera en la defensa de los valores de la libertad y la
igualdad.
Hace unos días presenté el proyecto para derogar la Ordenanza Municipal N° 4394 y así lo hizo
el Concejo Deliberante por unanimidad.
Esta Ordenanza databa del 2002. Al calor de un pensamiento autoritario, vigilante y cercenador
de los derechos constitucionales, un grupo de padres asustados logró que aquel Concejo
Deliberante sancionara un delirante régimen de imposición de multas a los padres por
“conductas efectuadas por menores de 18 años”.
Desde el siglo XVIII con Beccaria y varios más se abandonó la culpa colectiva. La Ordenanza traía otra serie de disparates jurídicos en abierta contradicción con los arts. 18, 19 y 75 inc. 22 de la Constitución Nacional. En veinte años de vigencia no hay constancia que haya habido una condena.
A la vergüenza de una ordenanza abiertamente inconstitucional e inconvencional se agrega la
nula eficacia. La legitimidad del sistema normativo se verifica con la eficacia de sus leyes y es
uno de los estándares por lo que se mide la calidad institucional. Si tenemos instituciones
fuertes, en este caso ordenanzas que sean claras y cumplibles, vamos a estar transitando el
sendero que hace a una comunidad prosperar en todas sus aristas.
El filósofo Tomás Abraham nos recuerda en su libro “Historia de la Argentina deseada” en el
capítulo “Introducción a la vida fascista” la dimensión del “microfascismo” y la caracterización
del enemigo sobre el que se construye la normativa que tiene a identificarlo. Este puede ser el
hippie, el de pelo largo, el joven, el ateo, el laicicista, el homosexual, el cabecita, el consumista,
etc.
En 1984 por Ordenanza Municipal N° 2060 se prohibieron los locales de esparcimientos de
jueguitos electrónicos porque había “mal ambiente” y se “dañaba a la juventud”. No habría sido
posible la Ordenanza N° 4394 si no habría habido una sociedad que avalara la Ordenanza N°
2060. Hay un discurso represivo, sostenido en el tiempo, que aflora en manifestaciones
legislativas o en el actuar de algunos funcionarios.
No debemos bajar los brazos ni dejar de denunciar los discursos que ponen en tela de juicio
nuestros derechos. Los autores intelectuales de aquella Ordenanza que ahora se derogó aún
siguen teniendo lugares de poder, determinan políticas públicas, incluso algunos son medidos
como eventuales candidatos y añoran los tiempos de mano dura.
Como dice el dicho, un fascista no es más que un liberal asustado. No dejemos que nadie se
asuste, porque ya es una certeza el avance de espacios políticos abiertamente reaccionarios que,
edulcorados por las redes sociales, ponen en peligro nuestra democracia