Ciencia ficción que parte de una idea, como dice Fernando Krapp en Página/12, «Los cuerpos del verano», de Martin Felipe Castagnet es eso precisamente: una idea. La muerte ya no es más que el paso de un cuerpo a otro, y mientras tanto, nuestras conciencias (nuestras almas, quizá) vagan por el infinito nebular de la red.
El cuerpo como un envase, pero un envase costoso. Los mejores, siempre, para los que tienen como pagarlo, el resto a contentarse con lo que queda.
En este universo creado por Castagnet, no solo la muerte es una entelequia, si no que, además, el sexo, la religión y el trabajo deben construir nuevos paradigmas.
Pero algo no cambia. El protagonista, Ramiro, se mueve durante la novela con el combustible, no de la batería de su nuevo cuerpo, sino con el de consumar una venganza.