Por Carlos Aira
¡Que semana, señoras y señores! Una semana intensa, donde el mapa político argentino se mueve en forma vertiginosa. El deporte no es ajeno a esos vaivenes. Es más, podríamos señalar que se contornea. Pero claro, como siempre decimos, con lógicas y políticas propias.
FIFA. Federación Internacional de Fútbol Asociado. Una de las multinacionales más poderosas del planeta, dueña de un producto imbatible: el fútbol. La FIFA, que dice no hacer política, pero que en verdad, y sin hacer demasiado esfuerzo, uno puede asegurar que es la función más importante del ente con sede en Zurich. Hace política sentándose en la mesa del G-20, cuando Mauricio Macri le brindó esa oportunidad en diciembre de 2018 en Buenos Aires. Hace política excluyendo a la Federación Rusa de todas las competencias internacionales a partir de la guerra con Ucrania. ¿Usted recuerda algún país occidental que haya sufrido una sanción similar por algún conflicto armado?
Claro que FIFA hace política. Por eso enclaves coloniales, como Gibraltar; o territorios en disputa, como Kosovo, tienen vuelo propio en esta babel futbolera.
El Mundial Sub 20 2023 debía disputarse en Indonesia. Un salpicón de islas en el sur del sureste asiático. El país con mayor población musulmana en la Tierra. En marzo pasado, FIFA decidió quitarle la organización al país asiático. Las razones hay que encontrarlas en la conflictividad hacia la delegación del Estado de Israel, participante en la Copa del Mundo. Indonesia no mantiene relaciones bilaterales con Jerusalén y la gota que colmó el vaso fue la declaración de Wayan Koster, gobernador de la turística Bali, rechazando que el equipo israelí compita en Bali.
El 30 de marzo pasado, en un escueto comunicado, FIFA le quitó la organización del Mundial Sub20 a Indonesia. ¿Las razones? Políticas, por supuesto.
Sin sede y con la competencia a menos de dos meses de comenzar, la Asociación del Fútbol Argentino levantó la mano y pidió la organización. Una vez que el gobierno nacional presentó los avales necesarios, FIFA designó el lunes pasado a Argentina como país anfitrión de la Copa del Mundo Sub 20 2023. Será la tercera Copa del Mundo organizada en nuestro país, con un dato alentador en lo deportivo: Argentina siempre se consagró campeón en casa (1978 y 2001).
AFA de esta forma no sólo mejora su status internacional, acompañando el envión de la Copa del Mundo de Qatar. También permite que su equipo juvenil participe de la competencia. No nos olvidemos el papelón de enero pasado en Colombia, cuando la selección conducida por Javier Mascherano no pasó la fase de grupos con un rendimiento paupérrimo.
Hasta acá, todas rosas. Pero comienzan los problemas. FIFA no permite en sus competencias mundiales la utilización de estadios que están siendo utilizados en campeonatos de liga. En pleno desarrollo del campeonato de la Liga Profesional no existe chance de utilizar el estadio de River Plate, entre otros. Es necesario llevar la Copa del Mundo a las provincias. El primer conflicto fue Córdoba. El estadio Mario Alberto Kempes es provincial y está regido por la Agencia Córdoba Deportes. Como señalamos en anteriores Apiladas Deportivas, los vaivenes de la política tienen sus coletazos en el deporte. Ante el pedido de AFA por el Kempes, Córdoba decidió priorizar la actualidad de Talleres. Un eufemismo. La realidad es que Córdoba le está devolviendo a AFA (Pablo Toviggino) el desplante que entienden que sufrieron cuando los campeones del Mundo fueron a Santiago y no a Córdoba para enfrentar a Curacao.
No fue sencillo encontrar sedes. Los protocolos FIFA son cada vez más imponentes y no hablamos solo de hotelería cinco estrellas y campos de entrenamiento de primer orden: el protocolo incluye restaurantes reconocidos por guías internacionales, esparcimiento y centros turísticos.
Finalmente, el accidentado Mundial Sub 20 Argentina 2023 tendrá cuatro sedes: La Plata (Estadio Diego Maradona); San Juan (Estadio del Bicentenario); Santiago del Estero (Estadio Madre de Ciudades) y Mendoza (Estadio Malvinas Argentinas). Como ven, cada estadio tiene su nombre y ese nombre tiene una profundidad en el pueblo. Cuando nadie esperaba un problema, el mismo surgió al pie de la cordillera.
El jueves pasado, en una entrevista a un medio local, Federico Chiappetta, subsecretario de Deportes de la provincia de Mendoza, prendió la mecha de la dinamita. Consultado por los intercambios con la misión FIFA que recorrió el estadio, el funcionario expresó: “tuvimos una charla rápida con nombre del estadio; se denominan estadio Mendoza, estadio San Juan, estadio Santiago del Estero, estadio La Plata y así. No nos prohibieron el nombre Malvinas Argentinas”.
FIFA hace política y jamás aceptará que en una competición global un estadio tenga el nombre de Malvinas Argentinas. La clave está en tirarse la pelota sin hacerlo. AFA no ha tomado postura oficial. Algo comprensible. Por su parte, el gobierno habló por intermedio de Matías Lammens, Ministro de Turismo y Deporte, quién expresó “Participé de las reuniones con los delegados de FIFA, con el Presidente de la AFA Claudio Tapia, y en ningún momento se mencionó la posibilidad de cambiarle el nombre al estadio Malvinas Argentinas de Mendoza. Y si eso hubiera pasado no lo hubiéramos aceptado bajo ningún concepto”.
La única verdad es la realidad, decía un sabio. Y la realidad es qué, si bien FIFA no pidió ningún cambio de nombre, en todas sus comunicaciones oficiales, sitio web y redes sociales, los cuatro estadios argentinos no tienen sus nombres de origen. Decisión FIFA para silenciar nuestro histórico reclamo de soberanía.
AFA no moverá el amperímetro. La política dirá que nunca existió una comunicación oficial FIFA. Nosotros le diremos Malvinas Argentinas y el mundo le dirá Mendoza, algo qué – vale destacar – a la política de la provincia cuyana le cae de mil maravillas.
Hablando de política. Recuerdan cuando hace unos meses FIFA premió al fútbol argentino en Zurich. ¿Se acuerdan de Tula y su bombo? Vieron que cantó el histórico “Vamos, vamos Argentina”. ¿Se lo imaginan cantando por los Pibes de Malvinas? Claro que no. FIFA hace política, pero la política que ellos quieren.
LA COLECTA DE MARATEA
Cambiando el ángulo de la información. Nos vamos hacia la Avellaneda roja. Convulsionada, compleja y con obligaciones millonarias en dólares por delante. Esos 8 millones uno podría pensar que una institución poderosa de nuestro fútbol puede resolverlo con la venta de algún activo. Sea un futbolista profesional o un bien inmueble. No es sencillo. El fútbol tiene cifras millonarias en danza, pero poco efectivo. Muchos papeles que se terminan haciendo efectivo en cuevas que no hablan castellano.
Pero surgió un nuevo actor en escena. Santiago Maratea es un influencer. Un personaje de estos tiempos. Sus colectas y definiciones políticas – siempre impregnadas de antipolítica – son escuchadas y seguidas por millones de jóvenes. Maratea, hincha de Independiente, diseñó una colecta “para salvar a Independiente“. En su cuenta de twitter, el influencer de 30 años publicó: “Independiente tiene 6 millones de hinchas y algo así como 115 mil socios (que pagan 4 mil pesos por mes). Si sólo 2 millones de hinchas ponen una única vez lo mismo que un socio pone todos los meses (4 mil pesos), llegás a juntar 20 millones de dólares y pagás toda la deuda. Beso”.
Independiente está mal hace muchos años. Maratea comienza la colecta cuando Néstor Grindetti llegó a la conducción del club. Hay una realidad: Maratea puede iniciar sus colectas cuando lo deseé, pero esta situación esconde, cuanto menos, un gran timming político.
Los tiempos han cambiado. Es irremediable. El público del fútbol es otro. Ya no tenemos hinchas con pañuelos con cuatro nudos en la cabeza, ni el público quiere barras colgados de los paravalanchas. El fútbol no solo es ABC1: también es cada vez más inaccesible (cuotas sociales, abonos, ropa oficial que parece obligatoria). Ocho millones de dólares no es una cifra descabellada para la política. Es más, es un precio accesible para mostrar un triunfo de un influencer liberal que salvó al histórico club de su pesada herencia morocha. Poner plata en una colecta es más sencillo que hacerlo a través del oscuro mecanismo de ciertas cajas.
Por otra parte, la actual conducción de Independiente – que no puede ofrecer ciertas respuestas a su masa societaria – encontró el personaje donde se estarán posando los focos.
Como expresamos la semana pasada, Independiente puede ser el tubo de ensayo de nuevas formas de hacer política desde los clubes.
Bienvenidos al Siglo 21. A buen entendedor, pocas palabras.
Periodista / Abrí la Cancha