Alfredo palacios: socialista, diputado y duelista 1880 -1965

En el cementerio de Recoleta, una sencilla bóveda es la del primer diputado del partido socialista en Sudamérica, Alfredo Lorenzo Palacios, quien obtuvo su banca en 1904 en representación del barrio de La Boca. 11 años después, todavía en ese cargo, fue expulsado de las filas de  su agrupación cuando decidió retar a duelo al legislador radical Horacio Oyhanarte, quien, en una sesión parlamentaria, había agraviado a Juan B. Justo.

Pero ese no había sido el primer duelo de palacio. En 1912, Estanislao Zeballos se había sentido ofendido por el político y le envió sus padrinos, quienes, en debate con los de Palacios, llegaron a la conclusión de que no había motivo para enlace. ¿Qué hizo el socialista? Desautorizó a sus padrinos y amigos, Mariano Bescochea y Fermin Rodríguez, quienes por esta acción se sintieron agraviados y le enviaron a su vez a sus ¡propios padrinos! a Palacios.

Se concertó entonces un doble duelo a pistola: Palacios primero con  Bescochea y en caso de que sobreviviera, después con Rodríguez. Cuando la policía se enteró del insólito suceso logro detener a Bescochea, pero en ese momento Rodríguez se enfrentaba con el político. Palacios enpuñó de la pistola, miró fijamente a su viejo amigo, apuntó al cielo dijo con voz quebrada: no puedo matarlo. Rodríguez, en cambio le disparó el pecho, sin consecuencias. Le tocaba nuevamente al primero, quien se sintió ofendido por la acción del otro y le tiro al cuerpo, aunque sin secuelas trágicas.

En los estatutos del partido socialista se consideraba que el duelo como una costumbre inmoral practicada por la burguesía más atrasada y corrompidas del mundo. Fue así que Palacios debió renunciar a su banca, pronunció en este momento un memorable discurso, que arrancó una prolongada ovación del público presente en las barras de la Cámara. Se reincorporó a su partido 15 años después. Lo hago para luchar por la libertad, manifestó en su regreso, que coincidía con el gobierno de facto de José Félix Uriburu.

Del libro Las mil y una curiosidades del Cementerio de la Recoleta del escritor y periodista Diego Zigiotto.