EL PEOR SINDICATO ES AQUEL QUE NO EXISTE
Por Héctor Pellizzi
Los sindicatos históricamente fueron combatidos por las reducidas familias que ostentan el poder real.
Los supieron los metalúrgicos de los Talleres Vasena, cuando los 2.500 trabajadores se declararon en huelga en diciembre de 1918 por una jornada de ocho horas, salubridad laboral y un salario justo. La brutal represión patronal dejó un saldo de 700 muertos entre el 7 y el 14 de enero de 1919.
Durante 80 años funcionó la empresa británica “La Forestal” que desbastó 90% de la floresta. Finalmente dejó el país para instalarse en África. Pero antes, el 29 de enero de 1921, al producirse un estallido de trabajadores por las condiciones infrahumanas a que eran sometidos, se produjo una verdadera masacre donde fueron asesinados 600 obreros.
Al poder real también lo vivenció Facón Grande cuando fue fusilado en 22 de diciembre de 1921 por los Estancieros de la Sociedad Rural y los sicarios de la “Liga Patriótica”. José Font se llamaba el carrero elegido por los peones para reclamar por las duras condiciones de trabajo en la provincia de Santa Cruz.
Desde épocas inmemorables se viene erosionando y combatiendo a las organizaciones de trabajadores. Cuando se ataca a un Secretario General, no están atacando al dirigente sindical, eso es un subterfugio, en realidad van por la destrucción del sindicato que es el verdadero albo.
La flexibilización del trabajo, que ya están ejecutando muchas empresas, no es nada más ni nada menos que una esclavitud moderna como lo testifican empresas como “Uber” o “Glovo”. Para cumplir ese objetivo en su totalidad es necesario suprimir a los sindicatos embistiendo la figura del sindicalista.
Promueven la meritocracia, el individualismo, debilitan la conciencia de clase arremetiendo con mentiras, medias verdades, falsedades absolutas, connivencia con fiscales, jueces, periodistas y políticos mediocres en pos de un único objetivo: la destrucción total de los sindicatos.
Para ello se va creando una conciencia colectiva sobre la base de que esas instituciones atrasan, son burocráticas, antidemocráticas y corruptas. Pero el peor sindicato es aquel que no existe. Su inexistencia la sufren en carne propia los trabajadores desamparados mientras crecen las fortunas de las corporaciones que ostentan el poder real.
“La organización vence al tiempo”. La lucha por la unidad es indispensable y la resistencia se hace necesaria.