Mariano de Miguel

EL POPULISMO INTRÍNSECO DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

Economía

Uno de los pilares de la actual configuración macroeconómica, tras la maxi devaluación de diciembre de 2024, es la elección del tipo de cambio como ancla nominal a partir de la pauta de crawling peg (suba progresiva y controlada del dólar oficia). del 2% mensual.

Tras la respuesta del equipo económico a las tensiones externas registradas en mayo de2024, inferimos que más allá de la óptica fiscalista discursiva, el gobierno entiende que la estabilidad cambiaria es condición necesaria para sostener el descenso de la nominalidad y para dinamizar la actividad económica. Asumiendo cualquier administración buscar expandir la economía -al menos cuando se aproxima a una elección- analizamos, para el período 1970-2023, qué variables jugaron un rol determinante para explicar la dinámica del crecimiento económico y, consecuentemente, de la inversión.

Encontramos que el crecimiento en dicho período ha estado vinculado a la expansión de la demanda agregada, y, en particular, del consumo privado. Y que, la dinamización del consumo va de la mano con el alza en el poder de compra de los ingresos fijos; los cuales en argentina suelen moverse en espejo con la apreciación del tipo de cambio.

En esos términos, si por “populista” se define a aquel crecimiento empujado por el gasto de los sectores populares, erosivo de la tasa de rentabilidad: en nuestro país no parece haber otro crecimiento que el “populista”. Si, desde otro ángulo, se define al “crecimiento populista” como aquel crecimiento cuya tasa se torna incompatible con la disponibilidad dinámica de las divisas necesarias para financiarlo; entonces también el “populismo” parece ser el común denominador del crecimiento económico argentino, al menos en el período considerado.

El problema no parece ser el populismo per se, sino que el crecimiento se encuentra limitado por el sector externo y conlleva un proceso de apreciación cambiaria que, para un país tomador de precios, supone un progresivo deterioro de la tasa de rentabilidad del sector transable y, por su intermedio, de la tasa de rentabilidad de toda la economía.

 

¿ES POSIBLE CRECER SIN POPULISMO?

Las tensiones en el frente externo1 -cambiario y financiero-,registradas desde mediados del 05.24, tuvieron como concreta manifestación el deterioro de la capacidad del BCRA para hacerse de dólares en el mercado cambiario. Como resultado, la autoridad monetaria finalizó con posición vendedora neta de divisas dos meses consecutivos, junio y julio, asociados estacionalmente al período de fuerte liquidación por parte del sector primario.

Esta reversión en la dinámica de acumulación de reservas internacionales, adicionalmente, puso en cuestión la configuración del régimen macroeconómico del gobierno en tanto amenaza la sostenibilidad del principal resultado al que se aferra la gestión: el proceso de desaceleración de la nominalidad. A tres días de asumir, el gobierno resolvió una maxi devaluación del tipo de cambio oficial -el TCN saltó un 118,3% entre el 12.12.23 y el 13.12.23- y anunció un ajuste fiscal equivalente al 5,2% del PBI.

A partir de ello, definió un régimen macroeconómico caracterizado por la dominancia fiscal -superávit fiscal como objetivo per se-, la permanencia de los controles cambiarios y la desregulación inicial de precios de servicios públicos y otros regulados -relativizada en los últimos meses en función de la consolidación del descenso de precios.

En dicho esquema, se eligió al tipo de cambio como ancla nominal, en tanto el sostén de la regla de crawling peg del 2% mensual configuró una dinámica de apreciación cambiaria tras el salto inicial. La convalidación -y defensa- de esta dinámica de apreciación cambiaria, así como el manejo en el timing (ritmo) de los sucesivos aumentos tarifarios, y el propio anuncio respecto al rol del BCRA en la esterilización de la emisión -que supone la recompra de divisas en el mercado oficial a través de la venta de dólares CCL por el monto equivalente- permiten inferir que, más allá de la óptica fiscalista discursiva, el gobierno entiende que la estabilidad cambiaria es condición necesaria para sostener el descenso de la nominalidad y para promover algún tipo de dinamización de la actividad económica, tras el fuerte impacto recesivo que aún hoy continúa derivándose de las medidas de inicio de gestión.

Es decir, el oficialismo explicitó la disposición a sacrificar reservas con el objetivo de no alterar la pauta cambiaria. La secuencia de anuncios orientados al control de la brecha se constituye en el disparador de análisis de esta editorial: nos lleva a reflexionar en torno a que, con independencia de la perspectiva teórica y/o ideológica, toda administración busca dinamizar la actividad económica, al menos desde una óptica electoralista. En ese sentido, el abordaje del período reciente arroja ciertos hechos estilizados en relación a las variables que jugaron un rol determinante para explicar las fases de crecimiento local.

A saber, el factor decisivo en los años de expansión de la actividad entre 1970 y 2023 fue el consumo privado, siendo este componente de la demanda agregada, a su vez, inducido por el aumento del ingreso. Y, en particular, el aumento del ingreso se entiende a partir de la evolución del poder de compra de las remuneraciones, que no es más que el espejo de la dinámica del tipo de cambio real. En períodos en que crece el consumo privado, la dinamización de la actividad induce el aumento de otro componente de demanda, la inversión.

Cuando la expansión económica se sostiene, la aceleración de la inversión conlleva a un aumento de importaciones de bienes de capital e insumos intermedios. Con importaciones crecientes y exportaciones que se mueven exógenamente, el resultado del crecimiento sostenido de la economía es el desequilibrio externo de la cuenta corriente.

A efectos de comprender las probabilidades de una reactivación en la coyuntura actual, presentamos una periodización del período 1970-2024 en el que las etapas se ligan a los ciclos políticos2 . Para el análisis, asumimos que el objetivo de cualquier administración radica en promover el crecimiento de la economía –más allá de las diferencias en los criterios distributivos asociados a distintas configuraciones macroeconómicas–, es decir expandir la actividad.

Puesto que el propósito es analizar posibilidades de crecimiento no populistas, tomando como referencia el crecimiento económico acumulado por etapa, nos centraremos en: 1) 1970-1975, cuando la actividad se expandió un 15,1%; 2) 1990-2002, con el producto creciendo un 25,1%; y 3) 2003-2015, cuyo crecimiento punta a punta ascendió al 76,4%. 4) 2019-2023, con un crecimiento acumulado del 3,1%.

Un primer elemento de relevancia radica en que, para las etapas distinguidas anteriormente, el consumo privado aparece como el componente de la demanda agregada que más significativamente contribuyó a la expansión económica del momento. Puntualmente, la dinámica del consumo privado explicó un 85,3% de la expansión económica entre 1970 y 1975, un 69,5% del crecimiento registrado entre 1990 y 2002, un 81,3% del dinamismo durante las gestiones kirchneristas, y, finalmente, durante la administración 2019-2023 creció a un ritmo superior al de la propia actividad.

Incluso, tomando cada uno de los años entre 1970 y 2024, resulta empíricamente identificable que la correlación entre crecimiento económico y dinamismo del consumo privado es positiva y alta.

En relación al interrogante planteado en esta editorial, podemos afirmar que toda configuración macroeconómica que tienda a deprimir el consumo privado tiene escasa probabilidad de expandir la actividad.

Por caso, durante el período de facto 1976-1982, en el que la economía creció un 2,4%, el consumo privado descendió un 1,7% pero resultó sobre compensado por el consumo público, mientras que en el resto de las etapas la actividad se contrajo en simultáneo con la contracción del consumo privado.

POPULISMO, CRECIMIENTO Y APRECIACIÓN CAMBIARIA

Si, como se expuso, el factor decisivo en los años de expansión de la actividad entre 1970 y 2023 fue el consumo privado, resulta útil examinar de qué manera se puede expandir el consumo. Hay un nivel de consumo de carácter autónomo asociado, por un lado, al consumo de subsistencia y, por el otro, a su financiamiento vía crédito o transferencias del sector público.

Y hay otra parte del consumo que se ve inducida por el ingreso disponible. Es así como el poder de compra de dicho ingreso disponible -ingreso real- se erige como la variable decisiva a ser examinada; constituyéndose el salario como el vector fundamental de esta dinámica.

El salario real crece cuando los aumentos nominales adquieren un ritmo superior al del aumento de los precios. Pero como el salario es un elemento componente y determinante de los precios, para que estos corran por debajo de aquel, algún otro componente de los precios debe retrasarse (precios internacionales, tarifas y/o tipo de cambio fundamentalmente).

Como consecuencia de lo anterior, salario real y tipo de cambio real suelen moverse en sentido inverso y cada episodio devaluatorio, por su efecto acelerador sobre la nominalidad, redunda en una disminución del poder adquisitivo, en tanto los salarios nominales en general tienen a recuperarse parcialmente y con cierto rezago, dependiendo del poder de negociación vigente. Es por ello, que la política cambiaria es central en la definición distributiva de un esquema macroeconómico.

Expresado en términos anuales, se verifica en el período final de la convertibilidad que mientras se sostuvo el tipo de cambio, el poder de compra se sostuvo, experimentando una caída significativa entre 2001 y 2002 cuando se abandonó la caja de conversión.

Seguidamente, entre 2003 y 2013, cuando tuvo lugar un proceso de apreciación cambiaria, el correlato fue el incremento del poder adquisitivo de los salarios, que explica el sustancial crecimiento acumulado del consumo privado (+62,1%) de la etapa, elemento que traccionó centralmente la expansión económica durante los mandatos kirchneristas.

La fase final de la etapa 2003-2015 puede marcarse con la devaluación del año 2014, en una economía que había introducido controles cambiarios ante la progresiva des acumulación de reservas internacionales, resultado del deterioro del frente externo. Las tensiones cambiarias derivadas de expectativas crecientes de devaluación, que se reflejaron en una brecha también creciente, finalizaron con un salto del tipo de cambio nominal que interrumpió una tendencia sostenida de aumento del poder de compra de los salarios.

Al abrir las etapas, y evaluar la correlación entre apreciación cambiaria y crecimiento económico para los años comprendidos entre 1970 y 2023, puede observarse que prácticamente en la totalidad de años recesivos hubo devaluaciones, y que, por el contrario, los años de expansión de la actividad se dieron con apreciación del tipo de cambio real.

En ese sentido, el crecimiento requiere como condición necesaria del crecimiento del consumo, que, a su vez,requiere salarios reales al alza, que crecen en consonancia con la apreciación del tipo de cambio.

LAS TENSIONES DEL FRENTE EXTERNO ANTE EL CRECIMIENTO SOSTENIDO

Los rasgos estructurales de la economía argentina la conducen al desequilibrio externo. Cuando el crecimiento económico se sostiene en el tiempo, la incompatibilidad entre la base exportadora -cuya tasa de crecimiento es autónoma del ingreso propio- y la elevada sensibilidad de las importaciones al PBI conllevan al deterioro de la cuenta corriente.

Como se marcó previamente, cuando la expansión económica se sostiene, la aceleración de la inversión conduce a un aumento de las importaciones de bienes de capital e insumos intermedios, con una alta proporción de bienes e insumos importados que la producción nacional requiere para crecer. De ese modo, existe una tendencia inherentemente estructural al déficit externo, inicialmente incidido por el deterioro del saldo comercial de bienes.

En momentos en que la dinámica comercial tensiona el frente externo, un salto del tipo de cambio real suele dar aire debido al impacto contractivo sobre la actividad económica, que tiene como principal consecuencia el desplome de las importaciones, dado que sobre reaccionan ajustando más fuertemente que el producto. Pero ese descenso de la actividad económica se logra a través de la merma en el poder de compra de los ingresos fijos y su consecuente impacto en la dinámica del consumo, la actividad y la inversión.

ALGUNAS REFLEXIONES DERIVADAS DE LA HISTORIA ECONÓMICA

Retomando el interrogante inicial, la historia reciente parece mostrar que, dada la configuración estructural de la economía argentina, la principal restricción radica en la disponibilidad de divisas: ésta última fija un techo a la tasa de crecimiento económico sustentable, aunque no lo determina. El crecimiento está gobernado por la expansión de la demanda agregada; a cuya contribución el consumo destaca por su participación protagónica.

La promoción del consumo exige necesariamente que el poder de compra de los ingresos aumente en el tiempo, lo cual en argentina se traduce en un proceso de apreciación cambiaria que opere como ancla nominal. Este es un esquema intrínsecamente inestable desde el punto de vista distributivo y consecuentemente inflacionario.

Es en esos términos que toda estrategia de crecimiento local puede caracterizarse como “populista”. La restricción externa, cuando se manifiesta a través de tensiones cambiarias, marca el punto a partir del cual la expansión de la actividad no puede continuar, definiendo un techo.

Hoy el gobierno parece orientarse a la defensa de la regla de crawling peg; esto es, a sostener la apreciación que garantice la sostenibilidad del descenso de la inflación y promueva, por su impacto estabilizante, algún tipo de recuperación del consumo.

La potencialidad de desplazamiento de la restricción externa es (fuera de las condiciones de borde internacionales) entera responsabilidad de la configuración de la política económica local. Si ello no es advertido, y la planificación del crecimiento tiene lugar desacoplada de la planificación del desarrollo; la máxima aspiración se limita al encuentro de fuentes externas de financiamiento. Estas fuentes, como el endeudamiento externo, pueden ser un by pass al desarrollo económico o su capitulación estatutaria.

Mariano de Miguel

 

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