Fernando Pessoa: «Todo vale la pena / Si el alma no es pequeña»

Cultura

Fernando Pessoa nació en Lisboa, Portugal, el 13 de junio de 1888, fue uno de los poetas más importantes de la lengua portuguesa y una figura central del modernismo portugués. Poeta lírico y nacionalista, cultivó una poesía centrada en temas tradicionales portugueses y su lirismo nostálgico, que expresa reflexiones sobre su “yo profundo”, sus preocupaciones, su soledad y su aburrimiento.

Fernando Pessoa fue varios poetas a la vez, creó heterónimos, poetas con personalidad propia que escribían su poesía y, con ellos, intentó detectar, desde diversos ángulos, los dramas del hombre de su tiempo.

En 1901, Fernando Pessoa escribió sus primeros poemas en inglés. A los 16 años ya había leído a los grandes autores de la lengua inglesa, como William Shakespeare, John Milton y Allan Poe.

A partir de 1915 dirigió el grupo de mentores de la revista “Orpheu”, entre ellos Mário de Sá-Carneiro, Raúl Leal, Luís de Montalvor, Almada-Negreiros y el brasileño Ronald de Carvalho.
La revista fue portavoz de los ideales de renovación futurista deseados por el grupo, defendiendo la libertad de expresión, en un momento en que Portugal atravesaba la profunda inestabilidad política y social de la primera república. En ese momento creó sus principales heterónimos.

La revista Orpheu tuvo una vida corta, pero mientras duró, Fernando Pessoa publicó poemas que escandalizaron a la sociedad conservadora de la época. Los poemas “Oda Triunfal” y “Opiário”, escritos por su heterónimo Álvaro de Campos , provocaron reacciones violentas, llevando a los “orfistas” a ser señalados, en las calles, como locos y dementes.

“Poema en línea recta”,

Nunca he conocido a nadie a quien le hubiesen molido a
palos.
Todos mis conocidos han sido campeones en todo.

Y yo, tantas veces despreciable, tantas veces inmundo,
tantas veces vil,
yo, tantas veces irrefutablemente parásito,
imperdonablemente sucio,
yo, que tantas veces no he tenido paciencia para bañarme,
yo, que tantas veces he sido ridículo, absurdo,
que he tropezado públicamente en las alfombras de las
ceremonias,
que he sido grotesco, mezquino, sumiso y arrogante,
que he sufrido ofensas y me he callado,
que cuando no me he callado, he sido más ridículo todavía;
yo, que les he parecido cómico a las camareras de hotel,
yo, que he advertido guiños entre los mozos de carga,
yo, que he hecho canalladas financieras y he pedido prestado
sin pagar,
yo, que, a la hora de las bofetadas, me agaché
fuera del alcance las bofetadas;
yo, que he sufrido la angustia de las pequeñas cosas
ridículas,
me doy cuenta de que no tengo par en esto en todo el
mundo.

Toda la gente que conozco y que habla conmigo
nunca hizo nada ridículo, nunca sufrió una afrenta,
nunca fue sino príncipe – todos ellos príncipes – en la vida…

¡Ojalá pudiese oír la voz humana de alguien
que confesara no un pecado, sino una infamia;
que contara, no una violencia, sino una cobardía!
No, son todos el Ideal, si los oigo y me hablan.
¿Quién hay en este ancho mundo que me confiese que ha
sido vil alguna vez?
¡Oh príncipes, hermanos míos,
¡Leches, estoy harto de semidioses!
¿Dónde hay gente en el mundo?

¿Seré yo el único ser vil y equivocado de la tierra?

Podrán no haberles amado las mujeres,
pueden haber sido traicionados; pero ridículos, ¡nunca!
Y yo, que he sido ridículo sin que me hayan traicionado,
¿cómo voy a hablar con esos superiores míos sin titubear?
Yo, que he sido vil, literalmente vil,
vil en el sentido mezquino e infame de la vileza.

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