Marie-Anne Erize: la joven que cambió una vida de modelo por un modelo de vida y desapareció en la última dictadura.
Fue amiga de Teté Coustarot y almorzó con Mirtha Legrand. Prefirió dar apoyo escolar en las villas que desfilar en las pasarelas, eligió ser militante antes que mannequin. El 15 de octubre de 1976 fue secuestrada y nunca más se supo de ella.
En el 73, Marie-Anne se aleja de los flashes y se vuelca de lleno al trabajo social. Algo parecido a la felicidad ocurrió esa tarde que Marie-Anne se metió en la villa del Bajo Belgrano para llevar comida y ropa. Quizá rodeada de esos chicos de rostros curtidos y sonrisa pícara recordó su infancia en Misiones. Quizá fue cuando habló con su perfecto francés y ellos se rieron por esas palabras que sonaban tan raras como mágicas.
Quizá cuando tocó su guitarra y cantaron todos o cuando renunció a su cargo en el Liceo Jean Mermoz para trabajar como maestra voluntaria en la villa. Sí, algo parecido a la felicidad sintió Marie-Anne el día que decidió dejar de caminar por las pasarelas para andar por su propio camino. Un camino donde la solidaridad no dejaba espacio para la frivolidad. Sí, algo parecido a la felicidad debe haber sentido Marie-Anne. Ni ella ni nadie anda en busca de tristeza, pero a ella, como a miles, la atravesó una historia que no se olvida, algunos no entienden y sobre todo, todavía duele.
Marie Anne la modelo de cabello más corto fue secuestrada en 1976 y desde entonces permanece desaparecida.
Esa mezcla de naturalidad y sofisticación impacta a Manuel Lamarca, el diseñador más top del momento, que la eligió de musa.
Combina sus actividades en el barrio con su trabajo de maestra jardinera en el colegio Mermoz. Su belleza no pasa desapercibida. Es linda por genética y con un aspecto salvaje e indomable. No es coqueta, se viste con descuido, pero posee una elegancia natural y un rostro tan luminoso y vivo que cuando sonríe eclipsa, y cuando habla, todos enmudecen.
Marie-Anne se siente identificada con los que se prefieren “libres o muertos, pero jamás esclavos”. Desde su sensibilidad social se acerca a la causa montonera. No le interesa la violencia. Cree en Perón y en lo que representa para los más pobres. La esperanza la invade, todavía ignora que el futuro que sueña le estará vedado.
La familia de Marie-Anne Erize
Deja su trabajo en la villa de Belgrano para pasar a la de Retiro junto al padre Carlos Mugica. Otra vez asombra su presencia, pero no tanto. Los habitantes están acostumbrados a cruzarse en los pasillos a Chunchuna Villafañe y una flaquita de pelo largo llamada María Cristina de Giácomi que luego trascendería como Cris Morena.
La vida sigue, la muerte espera agazapada. El 1 de julio de 1974 fallece Perón. Hay atentados, hay asesinatos. Hay más víctimas que victimarios. Como otros, Marie-Anne se encuentra atrapada entre un futuro por el que lucha pero no llega y ese presente incierto.
Un día antes del 40° aniversario del golpe de Estado de 1976, Jorge Bergoglio saludó personalmente en el Vaticano a la madre de Marie-Anne
Su mamá -Françoise- intuye lo que se viene. Viaja a San Juan donde Marie-Anne se había «refugiado» e intenta convencer a su hija para que abandone el país. “Hay pobres en todos lados. Hasta en Francia”, argumenta y recibe por respuesta: “Pero yo no hice nada. No soy una terrorista. No formo parte de la agrupación. Solo quiero ser pobre entre los pobres”.
El 15 de octubre de 1976 va hasta una bicicletería. Precisa arreglar una cubierta. En el lugar tres hombres la rodean amenazantes. El bicicletero intenta ayudarla pero le pegan un puñetazo en la nuca que la derriba mientras lo intimidan con un arma en la mano. Ella grita, forcejea, pierde sus anteojos y un zapato. La meten en un Falcon. La noche oscura comienza. El amanecer no llegará jamás.
“Quiero esto, quiero mucho más/Quiero hijos con temple, llenos de coraje/ Para romper los vestigios/De un mundo mediocre/ Que sus padres no terminaron de cambiar.” El poema es de Marie-Anne Erize
Fuente: “La desaparecida de San Juan”, de Philippe Broussard.