El 8 de marzo de 1908 marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo entero: 129 mujeres murieron carbonizadas en un incendio provocado por su empleador en la fábrica Cotton, en Nueva York, Estados Unidos, luego de una huelga y ocupación de la fábrica en la que reclamaban derechos laborales.
Entre los años ’60 y ’70 América Latina presenció un notable aumento de la participación femenina en la vida pública. Este protagonismo fue acompañado de cambios significativos a nivel cultural, familiar, de las relaciones entre los sexos y la sexualidad. Así las mujeres canalizaron sus inquietudes incorporándose a la militancia en partidos políticos, sindicatos de base, organizaciones armadas, agrupaciones estudiantiles, otras formas de militancia social relacionadas con las
anteriores, así como el feminismo llamado de Segunda ola.
Cuatro mujeres argentinas, en Trelew, dieron la vida por la patria y la igualdad, Decenas de miles morirían después en la lucha por una causa justa, libre y soberana.
Susana Lesgart
Susana Lesgart nació el 13 de octubre de 1949 en la ciudad de Córdoba. Era la tercera de cinco hermanos. La mayor Liliana, el único varón Rogelio, luego nació Adriana, posteriormente Susana y la menor fue María Amelia. Rogelio, María Amelia y Adriana fueron desaparecidos. Toda la familia fue muy comprometida políticamente.
Cursó el secundario en la escuela Normal «Alejandro Carbó» de la que egresó en 1966 con el título de maestra normal. Por esos años se enamoró con Alejandro Yofre y decidieron casarse. En la militancia también siempre se reía de todo, lo tomaba con mucha alegría y se le ocurrían cosas insólitas como en la toma de La Calera, cuando encerró a los policías y ,le hizo cantar cantar la marcha peronista, hacía ese tipo de cosas y se reía y lo disfrutaba. Nunca se oyeron historias tristes de ella,
En 1967 se inscribió en la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional de Córdoba participó de grupo político dirigido por Emilio Maza que más adelante dio origen a la organización Montoneros en la provincia de Córdoba. Junto a su compañero fueron protagonistas de la toma de La Calera en 1970. Después de ese acontecimiento, pasó a vivir clandestinamente y se radicó en la ciudad de Tucumán, donde ejerció su profesión de maestra y desarrolló su militancia junto a los cañeros de la zafra. El 30 de noviembre de 1971 fue detenida en Tucumán, trasladada al penal de Devoto y posteriormente al penal de Rawson. La «gorda», como le decían sus compañeros fue asesinada el 22 de agosto de 1972 en la Base Almirante Zar de Trelew por la Marina de Guerra junto con otros 15 detenidos. El hecho se conoce como la «Masacre de Trelew».
Clarisa Lea Place
Clarisa Lea Place en la secundaria había tenido contactos esporádicos con la única organización de izquierda que existía en la zona sur de la provincia de Tucumán: el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Aunque al llegar a Córdoba conoció una cordobesa, quien la fue introduciendo en un grupo de aquellos bien electrizantes, trotskista, pequeño pero movedizo, de principios políticos rígidos, que no consideraba la lucha armada como vía para la toma del poder. A pesar de ello, en las manifestaciones estudiantiles, Paula prefería colocarse al lado de la gente del PRT. Así conoció a Rodrigo. Tiempo después, al Gringo Mena, al encontrase nuevamente con ella en Córdoba ya militando con ellos, le dijo: “Sabía que terminarías con nosotros”.
Clarisa, trabajadora incansable, luchadora constante, una de las primeras mujeres que, en la organización, llegó a ser reconocida como dirigente sin ser la mujer de alguien, debía, obligatoriamente, ser un ejemplo de la llamada proletarización El término proletarización había sido interpretado y “traducido” por representantes de sectores sociales que no tenían mucha idea de lo que los obreros realmente sentían o pensaban. A los militantes, no provenientes de la clase obrera, se les imponía tratar de sentir y pensar como ellos.
El 15 de agosto de 1972 Lea Place se fugó del penal de Rawson junto a otros integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ERP y Montoneros, en un resonante operativo. Por fallas en el operativo sólo un puñado de dirigentes guerrilleros llegó a tiempo al aeropuerto y Lea Place, que integraba un segundo grupo de 19 evadidos logró arribar por sus propios medios en tres taxis al aeropuerto, pero llegaron tarde, justo en el momento en que la aeronave despegaba rumbo al vecino país de Chile.
Al ver frustradas sus posibilidades, luego de ofrecer una conferencia de prensa este contingente depuso sus armas sin oponer resistencia ante los efectivos militares de la Armada que mantenían rodeada la zona
A las 03:30 horas del 22 de agosto, en la Base Naval Almirante Zar, los 19 detenidos fueron despertados y sacados de sus celdas. Mientras estaban formados y obligados a mirar hacia el piso fueron ametrallados por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y del teniente Roberto Guillermo Bravo, falleciendo en el acto o rematados después con armas cortas la mayoría de ellos, incluida Clarisa Lea Place.
María Angélica Sabelli
“La Petisa”. Nació en Buenos Aires, el 18 de enero de 1949. Ex alumna del colegio Nacional Buenos Aires (promoción 67). Cursaba Matemáticas en la Facultad de Ciencias Exactas y era profesora de Matemáticas y Latín. Trabajaba como empleada para poderse pagar los estudios. Fue integrante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) desde los 19 años, cuando aún esa organización no se conocía como tal, pero ya como grupo apoyaba la guerrilla del Che Guevara en Bolivia.
Para entonces fue la responsable política de las hijas de los escritores David Viñas y Francisco Urondo, que abrevaban en la misma “orga”. María Angélica participó de la toma de Garín, poblado de la provincia de Buenos Aires, el 30 de julio de 1970. Por su inusual puntería con las armas de fuego y la facilidad que tenía para armar y desarmar las mismas, sus compañeros le decían “Pepita, la pistolera” (hay un poema cantado en su memoria que lleva ese título) y era instructora militar.
Fue detenida en febrero de 1972 y salvajemente torturada. A la edad de 23 años fue asesinada en la base aeronaval Almirante Zar, el 22 de agosto de ese mismo año, en lo que se conoció como la “Masacre de Trelew”. Vicente Zito Lema, poeta y amigo, la recordó en un largo poema del cual rescato:
“Señor, ella tenía 20 años, el pelo largo y alguna vez había escrito en las paredes: Perón Vuelve, como quién dice vuelve la alegría, vuelve a limpiarse un poquito el cielo o mejor aún como quien siente que la patria es un grito que no cesa, un murmullo, un aliento que tiembla, una arenita que se queda para siempre en los dedos”.
Su padre, Manfredo Sabelli, aportó para su perfil revolucionario: “María Angélica se dio a la lucha y no estaba equivocada. Hay que creer mucho, amar mucho a los demás y a la Patria, como amó mi hija, para entregarse sin límites. (Cuando cayó prisionera) Encontré a María Angélica con una fuerza y un espíritu de lucha tremendo: no largó una lágrima. Sólo los patriotas, los que no solo tienen orgullo, sino también amor a su Pueblo, pueden asumir semejante actitud”. (Roberto Baschetti)
Ana María Villareal
La “Sayo” fue un cuadro político y militar del ERP. Tras ser fusilada junto a otros guerrilleros en agosto de 1972 por la dictadura sus restos fueron traídos a Salta. Su tumba fue vandalizada al cumplirse 50 años de la Masacre de Trelew.
Ana María Villarreal nació en 1936 en el seno de una familia de clase media salteña. A fines de los años 50′ años conoció al contador Roberto Santucho. Un santiagueño que creció en una casa en donde convivían radicales y comunistas declarados. Se casaron en junio de 1960 y convirtieron la luna de miel en una experiencia que iba al encuentro de la certeza revolucionaria que tenía en la Cuba de Fidel Castro y el Che Guevara un faro luminoso.
En enero de 1961, la Sayo y el Robi partieron desde la terminal de ómnibus de Salta para arrojarse al encuentro de Latinoamérica. Iban cargados de preguntas cuyas respuestas querían encontrar en la experiencia concreta. “Sabíamos que viajar equivalía a simplificar años de estudio, pero lo que no nos imaginamos es que se podía aprender tanto como nosotros lo hacemos”, escribió la Sayo a sus padres desde Bolivia.
Los fusilamientos de Trelew no hicieron más que profundizar el repudio a la dictadura y la simpatía hacia los y las jóvenes que luchaban contra ella. La familia de Ana María Villareal comprobaría luego que su hija estaba embarazada al momento de ser fusilada. En agosto de 1973 sus restos llegaron a Salta. La dictadura de Lanusse había caído y el peronismo estaba en el gobierno tras 18 años de proscripción. Parecía que el cielo estaba al alcance de las manos, aunque pronto el sueño devendría en otra pesadilla.