Por qué el pacto Perón- Frondizi
El golpe de estado de 1955 constituyó el punto de arranque de un proceso político signado por el conflicto peronismo-antiperonismo, cuya irresolución conduciría a un estado de inestabilidad permanente del sistema.
El golpe inauguró una nueva etapa en la dinámica política argentina, al abrir los canales de participación a los partidos tradicionales, luego de la exclusión del peronismo. Lo novedoso de esta participación radicó en que no sólo fueron considerados interlocutores por el gobierno militar, sino que este se instaló provisoriamente para generar las condiciones que permitieran restituirlos en el control del aparato de Estado. Esta era, a su entender, su verdadera vocación democrática y justificaba su razón de ser.
El frente político hegemonizado por la UCRI (Unión Cívica Radical Intransigente), del que participaron sectores independientes de la izquierda, nacionalistas y desde afuera el Partido Comunista, convergió en la coyuntura con el grupo ideológico fundador del desarrollismo en la Argentina. Este tomaría la vanguardia en la elaboración de la estrategia de integración que finalmente condujo al pacto con Perón y al triunfo en las elecciones de febrero de 1958, merced al voto peronista.
Una gran polémica interna y externa se desató contemporáneamente al pacto, y la irresolución del conflicto que le diera origen motivó que la misma persistiera, pasando a formar parte en el imaginario político argentino, como una «conspiración» tejida a «espaldas del pueblo». Nuestra hipótesis es que el pacto constituyó un compromiso circunstancial en el que convergieron intereses políticos diversos que la realidad del clivaje peronismo-antiperonismo posibilitó.
Con el golpe de Estado de setiembre de 1955 se caracterizó en lo político por crear las condiciones para un intenso debate sobre el tema, luego de la experiencia traumática que, para la clase política tradicional, los intelectuales y gran parte de los sectores medios y altos, había significado el peronismo. Las alternativas que se sucedieron desde el nuevo poder político: coexistir con un peronismo depurado, o erradicar al peronismo de la cultura política argentina, no alcanzaron a tener consenso mayoritario dentro de la sociedad.
Por otra parte, desde las «sombras» el peronismo ensayó distintas tácticas (no siempre políticas) por sobrevivir al despojo del poder y a la represión y control que sobre él se tendió. Esto contribuyó a agudizar la situación de inestabilidad que por largos años caracterizó a la política argentina y en cuya resolución se debatieron civiles y militares.
La primera de estas vías de resolución estuvo constituida por la estrategia, frentista gestada entre 1956 y 1958. En ella confluyeron diversos diagnósticos de la realidad política y objetivos disímiles. Un objetivo había aglutinado a las heterogéneas fuerzas golpistas y también a su heterogéneo consenso: «derrocar a Perón» o, lo que era lo mismo «derrocar a la tiranía».
Pero cumplido este objetivo, el problema quedó sin resolver, ¿qué hacer con el peronismo? y este problema estaba en el corazón del replanteo del orden político democrático.
El cambio en las reglas del juego político se vio a la vez complicado, por un lado, por el accionar de la resistencia peronista que ensayaba sistemáticamente tácticas desestabilizadoras» (las cuales se agudizarían después de los fusilamientos de junio de 1956), y por otro, por las transformaciones ideológicas que se produjeron dentro de la intelectualidad de izquierda (que rápidamente comenzó su revisión del fenómeno peronista) de gran repercusión en los sectores estudiantiles y en general, en los sectores medios ilustrados.
Desde otro ángulo, un grupo ajeno a la UCRI, el que editaba la revista Qué…. , en el que participaba un conjunto de intelectuales, periodistas y empresarios, ex -socialistas, ex-conservadores, nacionalistas y peronistas, a los que luego se sumarían ex -comunistas, liderados por Rogelio Frigerio, comenzó desde este órgano periodístico, ya a comienzos de 1956, a postular la alternativa del frente nacional y la necesidad de superar la antinomia peronismo-antiperonismo.
Paralelamente se iniciaron los contactos con los exilados peronistas en Chile, a través de Ramón Prieto. Hacia el fin de 1957, Rogelio Frigerio, emprendió una gira por América Latina, Uruguay, Chile, culminando en Venezuela, en enero de 1958. Luego informó de su entrevista con Perón, en la que había estado presente John William Cooke, anunciando que Perón pronto se pronunciaría sobre «cómo votar» en las elecciones de febrero.
Era por lo tanto necesario, para asegurar el triunfo, lograr un acuerdo formal con el peronismo y dadas las características de dicho movimiento, sólo el líder podía garantizarlo.
Se tendió de este modo un puente de discusión con el peronismo, puente que se veía reforzado por la presencia de dos intelectuales caros a éste, y a la vez respetados dentro de la tradición de izquierda del Radicalismo por su participación en FORJA, Raúl Scalabrini Ortíz y Arturo Jauretche.
La nueva articulación que significó el frente, en su concepción, no necesariamente debía borrar al peronismo como fuerza política, sino «integrarla» a las otras fuerzas del «campo nacional , a esto se sumaba en la circunstancia concreta en que actuaban, el hecho de que ellos consideraban desleal y utópica la idea de la UCRI de arrebatar el electorado al peronismo. Pero además, estaban los condicionantes del juego político de la coyuntura, y el sentimiento antiperonista preponderante en la UCRI que impedía que el pacto fuera discutido públicamente.
Hacia 1957 las condiciones comenzaron a variar para el peronismo. Surgió la posibilidad de la semi-legalidad y con ella el peligro del desmembramiento del movimiento. Los antiguos dirigentes tentados por las alternativas políticas que vislumbraron, se fueron embarcando en crear partidos neo-peronistas, a la vez que se convirtieron en preciados interlocutores para los partidos que pretendían captar al electorado peronista, fundamentalmente para el «frondizismo», pero también para algunos militares nacionalistas.
Su condición de peronistas les otorgaba cierto grado de legitimidad o de autoridad para dirigirse a sus «compañeros». Este peligro fue tempranamente detectado por John William Cooke y, como tal lo analizó reiteradamente en sus cartas a Perón, sintetizándolo en dos líneas que existían dentro del movimiento: «peronismo con Perón» o «peronismo sin Perón», en éste último incluía por supuesto, a las formaciones neo-peronistas, lideradas por Atilio Bramuglia y Vicente Leónidas Saadi, entre otros, que a su criterio jugaban el nefasto rol de crear confusión en la “masa”. Pero a su vez, sus análisis reflejaron una constante preocupación por el ¿qué hacer en las condiciones políticas que se vislumbraban?
En el cuadro de situación que Cooke trazaba había, por un lado, una “masa” fiel al «peronismo con Perón», pero carente todavía de la organización y disciplina necesaria para la insurrección; esto entrañaba un grave peligro, que él no denominaba de esta forma, pero que podríamos caracterizar como el de ser un electorado disponible. En este contexto el peor adversario no lo constituían los partidos no peronista, léase frondizismo», comunismo, nacionalismo; sino las formaciones peronistas que seguían la línea política del «peronismo sin Perón”.
¿Qué le garantizaba el pacto? o, en otras palabras ¿cuál era el rédito político que le aportaba al peronismo con Perón? Esto nos lleva a pensar que la idea que conduce al peronismo al pacto es funcional a la sobrevivencia de la unidad y de la identidad peronista. Más que una vía de retomo al poder, como se temieron muchos de sus adversarios, que acusaron a Frondizi de ofrecérsela, el pacto era un reaseguro de la unidad, porque desautorizaba a los movimientos neoperonistas.
Por otra parte, la forma disciplinada en que responderían sus seguidores, ya había sido probada, esto fortalecía el liderazgo de Perón frente a sus adversarios políticos, incluido Frondizi, y le implicaba pocos costos, ya que la idea de unificar un gran «frente nacional» donde confluyeran distintas fuerzas para desplazar a los «libertadores» no había sido una iniciativa suya, sino que a él se la venían a ofrecer y, circunstancialmente la apoyó y negoció lo mejor que pudo.
Pero no le generaba el mismo entusiasmo sin duda, que a los otros sectores que apostaron al «frondizismo». Por otra parte, el pacto le permitía jugar otro rol político que el de “tirano prófugo” al que lo había condenado la “revolución libertadora».
Por otro lado, queda claro que el objetivo inmediato para la firma del pacto en el «frondizismo», como bloque, era ganar las elecciones, además, permitía pensar en una forma de asegurar un cierto grado de estabilidad política, pues el mismo podía servir para desactivar a la resistencia peronista, que había resultado el máximo factor desestabilizador del gobierno golpista, y traerla al terreno de la lucha política.
Fuente: María Estela Spinelli (El pacto Peron-Frondizi. Un ensayo de transición a la
democracia en la argentina 1955-1958.
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