Con la muerte de la reina pirata de Inglaterra, genocida por acción u omisión, se agolpan los episodios heroicos de los militantes patriotas por la recuperación de las Islas Malvinas.
Dardo Cabo, militante de los sectores más combativos del justicialismo, se encargó de planificar la acción acción que hizo temblar al gobierno del dictador Onganía, el 28 de septiembre de 1966.
Un grupo de 18 militantes de la Juventud Peronista llevó a cabola simbólica recuperación de las islas Malvinas, en una acción que se denominó como Operativo Cóndor y que se inició en 1966, con el secuestro en pleno vuelo de un avión que fue desviado hacia el archipiélago, donde se izaría la bandera argentina después de 133 años.
La idea del operativo empezó a gestarse un año antes, cuando se conocen Dardo y María Cristina Verrier, una periodista y escritora que se acercó al joven dirigente con la intención de hacerle una nota que marcaría el inició de la relación que los unió por más de una década.
Dardo Cabo y María Cristina Verrier
Un mes antes, Cabo reclutó a 16 militantes y les comunicó cuál era el propósito y las consecuencias de aterrizar con un avión en las Malvinas, que iban desde la cárcel hasta la muerte.
El plan requería apoderarse de un avión DC-4 de Aerolíneas Argentinas, que hacía una ruta regular hacia Tierra del Fuego; y la fecha para la concreción del Operativo no resultó casual, ya que en esa nave viajaba el contralmirante José María Guzmán: era el gobernador de facto de un territorio que comprendía a las Malvinas, pero estaba en ascuas sobre el operativo.
Héctor Ricardo García, el director de Crónica, que viajó para retratar el Operativo
El DC 4 despegó desde Buenos Aires a las 0.30 y llevaba un pasajero célebre que había sido convocado por Dardo Cabo con la promesa de «tener una gran primicia», y se trataba de Héctor Ricardo García, editor del diario Crónica y de la revista «Así».
Una semana antes, García fue visto en la confitería El Ciervo, de Corrientes y Callao. Desde una mesa escrutaba con insistencia el reloj. Hasta que un joven muy delgado y con rulos tomó asiento junto a él.
Se trataba de Dardo Cabo. Con 25 años recién cumplidos, encabezaba el Movimiento Nueva Argentina (MNA), una modesta “orga” perteneciente a la segunda camada generacional de la resistencia peronista.
García decidió tras asistir a la cita armada por Cabo presentarse esa noche en el aeropuerto con la esperanza de cubrir alguna noticia que tuviera que ver con la presencia de Ernesto «Che» Guevara en el norte de Argentina o la ubicación del cadáver de Eva Perón.
A las 6 de la mañana, y cuando el avión volaba sobre la Bahía San Julián, en Santa Cruiz, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco -quien entonces tenía 21 años- se dirigieron a la cabina del piloto, Ernesto Fernández García, quien. sorprendido, sólo atinó a reírse cuando le dijeron que debía desviar el rumbo hacia las Malvinas.»No jodan, muchachos», afirmó el piloto, y recibió como respuesta una cortante orden de parte de Cabo: «Esto no es chiste, estamos armados. Haga lo que le decimos».
Fernández García adujo que no conocía el rumbo que debía tomar porque la empresa no iba a ese destino, pero Dardo Cabo le facilitó las coordenadas y le comunicó que el avión tenía «combustible de sobra» para llegar a las Malvinas.El aterrizaje se produjo a las 8, en una pista de turba, y pese a la gran maniobra que realizó, el piloto no pudo evitar que una rueda de la nave se hundiera en el suelo del aeródromo de Puerto Argentino.
La presencia del avión se convirtió en toda una novedad para la comunidad isleña, y varios de sus integrantes concurrieron al aeropuerto a ver qué pasaba, y algunos de ellos fueron tomados como rehenes por los argentinos, entre ellos varios agentes de la policía local y el capitán de las fuerzas de defensa, un mercenario de origen belga que había servido en el Congo.
Dardo Cabo comunicó al continente que el operativo se había cumplido con éxito y la noticia se recibió con mucha efervescencia en los ambientes políticos y estudiantiles de Buenos Aires; sin embargo, el dictador Juan Carlos Onganía calificó al hecho como «un acto de piratería», temeroso de que se generara un incidente diplomático con Gran Bretaña.
Dentro de esa nave, el gobernador de Tierra del Fuego, contralmirante José Guzmán, permanecía con el rostro crispado y el cuerpo hecho un ovillo. Junto a él, una mujer rezaba
Tras 36 horas de permanencia en el aeropuerto y la entrega de una carta al gobernador de Malvinas, Sir. Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard (ausente ese día), el sacerdote católico que oficiaba en las islas, el holandés Rodolfo Roel, quien durante el operativo ofreció una misa para los argentinos.
Los integrantes de operativo fueron alojados en el penal de Ushuaia y juzgados por la justicia de Tierra del Fuego, quien al no existir jurisprudencia sobre piratería aérea se limitó a dictar condenas por el delito de privación ilegítima de la libertad, portación de armas y asociación ilícita.
Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez debieron pasar tres años en prisión, debido a sus antecedentes penales, en tanto que el resto de los integrantes de la misión quedaron libres tras nueve meses de confinamiento.