Joaquín Álvarez: el guerrero del diario Alberdi

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El periódico Alberdi (1923-1976) y sus poetas Publicado el 28/04/2020 en Revista RyR n˚ 10

Todo lo que oponga trabas a la libertad y todo lo que impida el bienestar de la humanidad debe ser combatido implacablemente por la prensa.

Roberto Firpo
Alberdi, Año I, Nº I. 10 de junio de 1923

Por Eduardo Dalter

Una trayectoria significativa: El periódico Alberdi

Hubo en Vedia, localidad agrícola del noroeste de la provincia de Buenos Aires, y por más de medio siglo, un periódico de pensamiento encendido, agudo, que con editoriales sin medias tintas, artículos candentes, poemas, y anuncios del comercio y el agro locales, se abría en apariciones semanales a los caminos y lejanías del país.

Seguramente Alberdi, fundado en vecindades y resonancias del estremecedor Grito de Alcorta, en junio de 1923, por el precursor Roberto Firpo y dirigido desde fines de los ’50 por el fervoroso periodista Joaquín Alvarez, fue durante una década el órgano de prensa zonal de mayor arraigo en los ámbitos de jóvenes poetas y escritores, además de su llegada de siempre en círculos rurales, culturales y políticos.

En sus ediciones tipo diario, impresas en rotativas de vieja usanza, Alberdi incluía regularmente una página a toda poesía. Allí era posible encontrar, años ’70, los versos inéditos de Clara Franco, Víctor Lellín, Jorge Isaías, Amaro Nay, Hugo Diz, José A. Cedrón, Rogelio Ramos Signes, Fátima Gatti, Enrique Puccia, Carlos Penelas, Elena Díaz, y de quien escribe estas líneas, entre otros jóvenes bardos argentinos.

Asimismo, aportaban su grano de arena, su aliento poético —compartiendo espacios con manifiestos sindicales y vecinales, y notas críticas acerca de ese presente político y cultural—, Susana Esther Soba, Carlos Patiño, Alberto Luis Ponzo, Dardo Dorronzoro, Orlando Calgaro, Marcos Silber, Ariel Canzani, Roberto Santoro, a la vez que desde la diversidad de sus voces evidenciaban la amplitud de esta muestra natural de la poesía de ese tiempo.

Otros destacados poetas y escritores también habrían de publicar sus poemas y textos en Alberdi: Elías Castelnuovo, Raúl González Tuñón, Julio Huasi, y del panorama de la poesía latinoamericana, Héctor Borda Leaño (Bolivia), Washington Delgado y Leoncio Bueno (Perú), Milton Schinca (Uruguay), Mahfud Massis (Chile) y Tirso Canales (El Salvador), vitalizando así y prestigiando sus entregas.

Y más: será este periódico, acaso también por su presencia semanal infaltable, aquí y allá —en Rosario, Córdoba, Buenos Aires, Tucumán—, el impulsor, junto a otras publicaciones, de un ruedo abierto de poetas, que se fue articulando y reconociendo en el ir y venir de sus poemas y escritos.

Esa sección poética, presentada a página completa bajo el título “Versos que hablan”, que alcanzaría en el tiempo a conformar un cuerpo excepcional de varios centenares de carillas, resulta al día de hoy, en verdad, la muestra más ilustrativa de un segmento revelador de la poesía editada en el decenio del ‘70, y señala de hecho, por otra parte, la medida de desinformación en que se asientan las antologías y ensayos breves acerca de ese tramo de la poesía argentina.

En momentos de intensa ebullición social, promediando 1973, y recién instalado el gobierno surgido de urnas, el “diario Alberdi” —con una irradiación que superaba cualquier marco regional— organiza la celebración de su 50 aniversario y de lo que sería también, lejos de cualquier suposición, un encuentro de último brindis. Por cierto, el ritmo ininterrumpido de sus impresoras no pudo sustraerse al vendaval de destrucción y muerte con que habría de asolar la dictadura militar pocos años después.

Desconocemos la medida del daño moral infligido al director de Alberdi —detenido en 1975 y durante un lapso prolongado en dependencias del Ejército— y a su familia —que también sufriría la prisión—; pero por entonces, año 1976 —y esto ya es una medida—, uno de los más coherentes y sensibles medios periodísticos y culturales del país dejó de aparecer.

La integración de lo cultural y lo social; de lo ético y lo estético; ese diálogo íntimo y diverso, que durante décadas alentó este semanario, constituye junto a su tenaz persistencia, inclusive en los momentos más críticos en la vida del país, uno de sus caracteres distintivos, acaso el más hondo y develador, si proyectamos una mirada desde este tiempo cultural acotado en la fragmentación y el posibilismo.

Las más de 2.700 ediciones de Alberdi compaginan, sin duda, un documento, sin enmiendas ni raspaduras, de los nudos, pozos y sueños del siglo, con una primera etapa que va desde los ecos de Alcorta, y la Semana Trágica, a una segunda —ya con la afanosa dirección de Joaquín Alvarez—, que se extiende desde los últimos días de la dictadura del ’55 hasta su cierre definitivo, el 30 de marzo de 1976. Un documento de páginas innumerables, que en sus cuerpos finales cuenta con la voz insistente de sus poetas, para reafirmar el canto y, a la vez, albergar y dilucidar un tiempo.

Los poemas de Alberdi

Ser poeta no es escribir versos solamente. Ser poeta es poseer un fuego interior,

una divina dosis de locura, de fantasía, de amor y de entusiasmo ilimitados.

LEONCIO BUENO

El poeta es un pájaro azul habitando la frente del mundo.

MARCOS SILBER

Epígrafes de “Versos que hablan”, página poética del periódico.

Dardo Dorronzoro

Semáforo 17

Para Irma, en sus veinte años

No quiero que me industrialicen,

no quiero que me nacionalicen,

no quiero

que claven mi lengua a un poste;

no quiero, no, que me enchapen en oro, en fierro,

en madera olorosa, no quiero

que me pongan en una sala, cruzado de brazos,

con la mirada perdida en un collar de cuervos,

o gimiendo

por el costado más claro de mis bigotes. No,

deciles que me dejen así, con los caballos preparados,

con todos

los caballos de luz preparados,

con todos los sauces esperándome desde

el fondo de los perros, con tu llegada,

azul, a veces,

o roja,

y tus ojos

mirándome siempre en la primera sombra

de los incendios,

o si no, con el puente,

con las doce cuadras hasta tu bulín y el río,

y tus pasos de gata, y todos

sentados en la cama, todos

con la sopa en la sartén, con la vieja yerba,

con el mate,

y la pava,

y la noche

marchándose a chorros por los barrotes,

hacia los estrépitos,

hacia los trenes,

hacia las innumerables batallas,

por un solo pedazo de tu sangre o de mi sangre.

Así te digo; así

debe ser, sin gritos, sin el amor de la carne,

acaso, pero

hundida la garganta de revoluciones, llorando

sobre

el dulce hueso que se queda en el camino,

y las piedras,

y las huelgas,

y los ángeles,

y los mismos veranos de los ríos estrujándonos,

muriéndonos

por una

sola

esperanza. Pero ven, ahora, mira: todo nace,

comienzan

a arder supermercados, y mañana,

quizá, ponga mi última mano sobre tu frente,

para irme

bulín arriba,

puente arriba,

perros y amor arriba, hacia

antiguos vientos, lluvias,

muchachas en el recuerdo y boliches

con la luz del olvido en sus botellas.

Luján, agosto 1969

Edición Nº 2430, 30 de agosto de 1969.

Dardo Dorronzoro (1913) fue secuestrado y desaparecido desde su casa en La Loma, Luján, el 25 de junio de 1976.”Una sangre para el día” se editó en 1975, y “Llanto americano” es de aparición póstuma.

Ariel Canzani – País-Hoy

Somos amamantadores

de impotencias seriales

(lo aprendimos de Sartre

y de la realidad visible),

de miedos incubados

en ollas de absurdos privilegios

capaces de transformar mediocridades

en ministros, ejecutivos

y salvadores de la patria,

de un país donde pensar está prohibido,

donde hacer es ganarse la guerra,

donde crear es tener sarna,

donde todos prefieren el silencio

y las fuerzas se gastan en el miedo.

Somos amamantadores

de impotencias seriales.

Las venimos nutriendo desde tiempo

en beneficio de mediocres y cobardes.

Desde las sombras algunos ya sostienen

la urgente necesidad de decir basta.

Edición nº 2366, 3 de agosto de 1968.

Ariel Canzani (1928) dirigió hasta algunos años antes de su muerte la revista de poesía Cormorán y Delfín. En Alberdi mantuvo una columna semanal titulada Notices to Mariners.

Raúl González Tuñón

Requiem para un muchacho ahogado

Cantero: tu apellido sugiere canto y rosas

—la flor de tu sonrisa—.

Este poema canta a tu adolescencia muerta;

las rosas crecerán de tu noble ceniza.

Tenía un rostro oscuro de madera tallada

y un alma cuya luz desbordaba ternura

y un sentido fraterno de la amistad; tenía

una tímida voz, maneras suaves, y su andar era lento

como el de los que quieren pasar sin hacer ruido.

Sin embargo qué fuerza interior ocultaba

este chico grandote que aún en la edad del juego

trabajaba, luchaba, sudaba, caminaba y caminaba!

Y él tuvo tiempo para repartir

la bondad que sus ojos con sueño reflejaban.

Con fervor desvelado sobrellevó la escuela,

el flaco pan, la casa inverosímil, los afanes amargos,

el verano violento y los inviernos duros.

Una niñez madura sin calor de destino

que el amor de la madre iluminó y sostuvo.

Y este muchacho pobre murió como el más rico,

y este muchacho tímido murió como el más fuerte.

El más rico de honor y de sangre valiente

y el más fuerte de puro coraje proletario.

La primer sorprendida, sin duda, fue la muerte.

Yo levanto tu nombre, yo lo agito

a la faz de la gente cruel o indiferente

como una bandera de trapo comunero.

Y delante del Tiempo, testigo insobornable,

pongo tu nombre al río donde se hundió tu frente:

El Río de Cantero.

Carlos Alberto Cantero, 16 años. Vivía en una villa de emergencia. Por salvar

a un amigo, menor que él, murió ahogado.

Edición nº 2539, 29 de enero de 1972.

Raúl González Tuñón (1905-1974) Éstos fueron sus últimos versos en Alberdi.

Julio Huasi

Che

El planeta redobla, campana sideral.

Dobla a vida y a gloria con un badajo de pólvora

para anunciar a los tiempos tu entrada fúlgida

y pongan a tus pies toda la eternidad y la memoria.

Cantarán las edades y las humanerías al amante

más enamorado, a la revolución andante.

El más bello y fuerte de todos los humanos.

No entrarás en los tiempos bajo arcos triunfales.

Los tomarás por asalto, no puede con su genio.

Inapagable el eterno guerrillero, los astros

oirán con terror tu pistola inmortal.

Cuervos y palomas ya disputan tu carne

pero tu alma los recibe alegremente a los balazos.

Estarás en nosotros para amar y para siempre

pero te hubieras quedado un poco más, Ernesto.

El más justo, el más necesario de América.

Nuestros dos océanos enmudecieron

para recibir tu sangre y llevarla por todo el mundo,

olas de color Guevara golpearán en todas las arenas

para voltear toda la miseria, el viejo dolor

de los esclavos sin pan y sin jefes.

Las espumas izarán tu sonrisa violenta

antes de cada combate, bandera inigualable.

Tus ojos serán lámparas en cada choza hambrienta.

Tu corazón latirá, el gran toro de dulzura,

en cada niño que nazca, en cada parturienta.

Tu corazón mundial, usina genial de nuestra sangre,

te rompió la camisa, lo dejaste volar, a vos no te cabía.

Un corazón así no cabe en este mundo.

Hay que hacer un mundo nuevo donde haya espacio

para ese corazón.

Edición nº 2354, 11 de mayo de 1968.

Fragmento inicial del poema que Julio Huasi dedicó a la muerte del Che. “Los increíbles” (1965) y “Asesinaciones” (1981) fueron algunos de los libros de este poeta.

Susana Esther Soba

La gran espera

He saludado al amor de ayer.

Le he dicho adiós con la mano.

He partido.

He vuelto a mi casa del bosque.

Allí abrí todas las ventanas.

La gran puerta de hierro.

La pequeñita de madera.

Tendí luego el mantel antiguo

de las viejas abuelas tejedoras.

Puse sobre él el pan moreno.

El cántaro gredoso del agua.

El vino denso con el mismo perfume

de las viñas maduras.

Y en el centro de la mesa, como

un gran corazón frutal,

amontoné uvas, manzanas y naranjas,

que se desgranaban

entre resplandores rojos dorados.

Preparé enseguida el lecho

de los amantes.

Sábanas de lino rústico.

Tibieza de la lámpara apenas

insinuada.

Olor a cedro, a pinos, a nogales,

que subía de los cajones,

la ropa, los espejos.

Después me vestí con una túnica negra.

Me despojé de sandalias.

Eché al aire los cabellos.

Deshojé rosas infinitas.

Y me senté a la puerta de la casa

del bosque,

la de las ventanas abiertas,

la gran puerta de hierro,

la pequeñita de madera,

a esperar que el amor llegara…

Saladillo, 1971

Edición nº 2531, 4 de diciembre de 1971.

Poeta muy difundida en las páginas de Alberdi. “Enunciación del júbilo” (1953) y “La voz apasionada” (1961) son algunas de sus obras.

Roberto Santoro

Verbo irregular

yo amo

tú escribes

él sueña

nosotros vivimos

vosotros cantáis

ellos matan

Edición nº 2643, 16 de febrero de 1974.

Cuadro

Cada vez que hay un problema

el juez levanta el martillo

y el país se hunde

más adentro.

Edición nº 2650, 20 de abril de 1974.

Roberto Santoro (1939) fue secuestrado el

primero de junio de 1977. Aportó a Alberdi, semana a semana,

numerosos de sus inéditos. Dirigió la ediciones de la revista Barrilete.

Mahafud Massis

Perdimos nuestras narices, nos quedaban sólo estos

grandes dientes.

Sentados,

o temblando,

o llorando de noche, Dios mío.

De vez en cuando un pasajero

trae un becerro azul para el sacrificio. Ciego y azul.

Nadie entiende nada, se fuma, se expectora

miserablamente.

No hay cánticos ni alarma, sólo la campana tañendo

a muerto.

No hay nadie como esa noche, maldición, apenas

un grito.

No hay padre ni madre, ni forma alguna de consolación.

No hay pared que nos sostenga más allá de lo oscuro.

Llegaste entonces, águila después del eclipse.

Se había enfriado la tierra, habían muerto los pájaros.

Un puñado de huesos quedaba de la ardiente caballería.

Una mancha de aceite en el lugar de los caballeros.

Cuanto soñamos dormía ahora en el vientre

de una perra del monte.

No queda mendicidad ni oficio, ni una alondra en este

desaguadero.

No hay ángel que camine sobre estas piedras.

¡Qué frío en el granero! ¡Qué hoyo en el aire!

Partieron los peregrinos con sus guirnaldas y su

jengibre seco.

Después nos convocamos en la última roca del mar.

Pusimos en nuestra lengua un poco de ceniza.

Un grano de mostaza en el agua hirviente.

Entonces montamos nuestros asnos, revolvimos

la brea,

y buscando el camino de las herraduras retornamos

al Oeste sin fin.

Capital Federal, mayo de 1974

Edición nº 2654, 18 de mayo de 1974.

Mahfud Massis, poeta chileno de reconocida obra, se encontraba por entonces exiliado en la Argentina. Alberdi recibió y publicó su poema inédito en la edición citada.

Carlos Patiño

Da Nang – Phnom Penh

Huyen como fueron;

fueron como huyen.

En la vida y en la muerte,

en la buena y en la mala,

en la victoria y en la derrota

la basura es siempre

basura.

Allá y

aquí.

Edición nº 2699, 19 de abril de 1975.

Carlos Patiño fue uno de los más cercanos colaboradores de Alberdi. Publicó varios libros de poemas y recibió el premio Casa de las Américas. Reside al sur del Gran Buenos Aires.

Osvaldo Guevara

Rapsodia en blue

Un negro sopla una trompeta larga

como las tiras de su piel.

Sopla y sopla una trompeta roja

como el algodón del sur que se tiznó en su sangre

y se empapó en su noche para siempre.

Un negro sopla una trompeta blanca

como el incendio de su risa.

Sopla y caen medallas.

Sopla y antiguos látigos se pudren.

Sopla y una primavera furiosamente dulce

reparte flores negras sedientas como bocas

entre hombres de color, entre hombres de dolor,

entre niños de corazón descalzo,

entre oscuras mujeres de vientres luminosos.

La música del negro es más clara que el llanto.

Tiene fiebre de selva, amanecer de selva,

tiene pisadas de ciudad, maullidos de ciudad.

Tiene un amor tan húmedo y feroz

que la agazapada sonrisa del blanco retorna a su

cubil

acosada, acusada por ese son eterno.

Río Cuarto, 1975

Edición nº 2702, 10 de mayo de 1975.

Poeta de Córdoba de verso intenso y obra muy comentada en los años ’70. Reside en el interior de su provincia. Alberdi incluyó su poema en la portada.

Washington Delgado

Canción

El corazón es fuego

Hay un tiempo de amar

Un tiempo de morir

El corazón es fuego

Es toda tiempo

Una estrella impalpable

Hay que vivir tocando

El corazón el fuego

Crece la roja flor

Nadie ve lo que ha sido

Mirad la luz el día

El corazón el fuego

Hay un tiempo de amar

Un tiempo de morir

Pero siempre

El corazón el fuego

Edición nº 2667, 16 de agosto de 1974.

Washington Delgado (Perú, 1927) se contó entre las destacadas voces de su país que colaboraron en Alberdi. “Para vivir mañana” se editó en Lima en 1959.

Amaro Nay

Testimonio

aquí el tiempo

en la misteriosa piedra

hacedora de la historia de los hombres

se hunde

también aquí los obreros bendicen

los días tristes

en esta casa que ya no es nuestra

cantan los pájaros

los niños encienden con sus risas los nidos

de árboles

a nuestro lado están los hermanos

con sus cuerpos mutilados

con los cabellos enredados al viento

con la fábula del juego

enterrados bajo el olor de las lluvias

aquí el orden nos prohíbe hablar de antiguos amigos

aquí no hay hermanos ni padres futuros

aquí el fuego envejece esperando en las cocinas

aquí el pan de cada día no llega

aquí el amor

el sueño

los hijos están sin nacimiento

aquí los extranjeros somos nosotros con los evangelios

puestos en las mesas

con la infancia arrugada en los bolsillos

cavando el feriado de los domingos en los aniversarios

de cada muerte

cantando aunque nadie nos escuche

Edición nº 2558, 24 de junio de 1972.

Amaro Nay nació en el Perú en 1937; desde muy joven se estableció en Córdoba. “Sortilegios para tango” reúne parte importante de su poesía de esos años.

Rafael Vásquez

A Pablo Neruda

Hoy hemos muerto un poco

compartiendo el dolor con todo el mundo.

Ha muerto el otro Pablo de la vida,

compañero poeta, ha muerto en Chile.

Chile ha muerto con él

y un gran silencio

le recorre las vértebras del Ande.

No sé si el mismo mar que él tanto amara

golpea su Isla Negra en doble duelo.

No sé si hasta la angustia de su pueblo

llega el ronco dolor de su agonía.

Murió Neruda.

En una sola muerte:

Chile y Neruda.

Y queda su poesía.

Edición nº 2630, 24 de noviembre de 1973.

Versión corregida por el autor en 1991. En Alberdi apareció originalmente con el título “Por el Poeta que no puede morir”. Rafael Vásquez nació en 1930 y fue cofundador del grupo Barrilete.

Elías Castelnuovo

Del decálogo del escritor

—Si no se tiene nada importante que decir, mejor es no decir nada. Escribir por escribir es dejar la inteligencia en casa y tirar la estupidez por la ventana.

—Las palabras por sí solas carecen de valor. Su valor reside en todo aquello que se les coloca adentro. La trascendencia del verbo no está en el diccionario. Está en la cabeza del que lo maneja.

—Hay que escribir como se habla. Quien habla de una manera y escribe de otra diferente, o miente cuando escribe o miente cuando habla.

—Conviene eludir el floripondio literario y sus ramificaciones: la exuberancia de los adjetivos, las frases de oropel, los parlamentos interminables y todo cuanto denuncie el artificio de la composición literaria.

—Para ocupar un lugar de vanguardia en el campo de las letras es necesario previamente ocupar un lugar de vanguardia en el campo de las ideas. Los que marchan por detrás de las corrientes del pensamiento popular, no pueden pretender marchar por delante de las corrientes del pensamiento literario.

Buenos Aires, 1974

Edición nº 2660, Suplemento histórico-literario del 51 aniversario, julio de 1974.

Escritor referencial del grupo de Boedo. Autor de “Malditos”, entre otros libros.

De las palabras de Joaquín Alvarez

Punto final de una magnífica aventura

Medio siglo de afanes, medio siglo recorriendo no caminos, sí camino. Tal como lo quería el grande de Machado. Uno, único, que nos conduciría a una meta que muchas veces debimos enunciar en voz baja para evitar las sonrisas orquestadas por los que creen que vivir es sólo comer. Para nosotros es eso, pero, también, más, mucho más…

Nosotros teníamos un compromiso contraído con nosotros, que es lo mismo que decir con nuestro pueblo y queríamos, necesitábamos cumplirlo. De lo contrario no hubiéramos podido seguir estimándonos, ya que sentimos el periodismo como el artesano ama a su herramienta, porque ella le hace florecer realizaciones. Saltando, vaya a saber por sobre cuántos obstáculos, seguimos andando mientras, ahora en alta voz, entonamos la canción optimista del sembrador seguro, que la semilla que arroja en el surco recién abierto, la tierra se la devolverá convertida en fruto.

Esta convicción hizo que en el círculo de nuestros íntimos —esos amigos recogidos mediante el común denominador de la identidad de propósitos— resolviéramos lanzar desde este pueblo, sin dimensión de ciudad todavía, que se llama Vedia, una convocatoria de alcances geográficos ilimitados para que poetas del verso y de la prosa, viajaran hasta aquí en sus poemas y en sus narraciones.

Nunca temimos no ser escuchados. Habíamos dicho tantas cosas en cincuenta años que confiábamos no en nosotros exclusivamente, sino también, en las mujeres y hombres de esta patria que por quererla hemos tenido en ocasiones que llorarla. Hombres y mujeres que sienten y piensan preocupados por el drama que bulle en nuestra superficie, se hicieron presentes.

Fragmento del editorial de la edición Cincuentenario del Periódico Alberdi (noviembre, 1973) dedicado a los poemas y cuentos premiados y a los actos de celebración del nuevo aniversario.

Alberdi y su 52° aniversario

El próximo martes 10 agrega esta hoja un nuevo año a su existencia. El acontecimiento nos sorprende en momentos realmente difíciles para el país y para la tarea periodística. En el marco de aquél, por todo lo que hace a ese contexto que percibe con claridad meridiana el más modesto o menos avisado de sus habitantes. En la función informativa, formativa y de crítica que corresponde a lo que se ha dado en llamar, en los estadios civilizados, “el cuarto poder”, por las crecientes y onerosas dificultades que lesionan y entorpecen su desenvolvimiento. De orden económico, unas; de falta de las necesarias e imprescindibles garantías, otras.

Las primeras son harto conocidas, porque de una u otra manera son comunes a toda la población y a su múltiple quehacer, con el agravante de que no siendo el periódico un artículo de primerísima necesidad —aunque debiera serlo—, es, por lo general, el que se suprime o relega cuando el cinto va consumiendo agujeros.

En cuanto a las segundas, el reiterado y drástico acallamiento de toda voz que pretenda manejarse con total independencia señalando a los responsables de este frustrante momento que vive la nacionalidad, acallamiento que va desde la clausura por decreto, el vandálico atropello, la bomba o las balas, nos exime de exacerbar el tema.

El tercer enemigo está dentro de nosotros mismos, que inconscientemente, ante el invisible influjo de la presión ambiente, nos vamos coartando y limitando hasta caer insensible-mente en una mutilante autocensura, más grave y perniciosa aún que la propia censura.

Alberdi, nacido hace cincuenta y dos años para “combatir implacablemente todo lo que oponga trabas a la libertad y todo lo que impida el bienestar de la humanidad”, según lo quisiera en 1923 su fundador, Roberto R. Firpo, se hace un deber, en este urticante 1975, reiterar que tan nobles banderas —que bien pueden lucir en el frontispicio de todo órgano de prensa que se precie de tal— no serán arriadas jamás. Y en la medida de nuestras escasas fuerzas, defendidas hasta las últimas consecuencias. Es un mandato que a ningún precio podemos ni debemos soslayar.

Este es buen momento para recordarlo y recordárnoslo. De otro modo no se justificaría nuestra permanencia, sabiéndonos y sintiéndonos —no siempre con la oportunidad y eficacia necesarias, lo reconocemos—, intérpretes y voceros del pueblo, a cuyo lado marchamos, partícipes inseparables de sus luchas, desencantos y esperanzas.

Editorial de la edición nº 2706, 7 de junio de 1975.

Hacia fines de ese mes, el sábado 28, Rodolfo Joaquín Alvarez, hijo del director de Alberdi, fue baleado de muerte, con numerosos impactos, mientras realizaba un volanteo barrial en la ciudad de La Plata.

Voces de Alberdi

Vamos pronto a descontar

los cuentos que nos contaron.

NICOLAS GRANDI, Alberdi, 1975

Néstor Acevedo (Córdoba) – Sofía Acosta (Paraná) – Leónidas Barletta (Buenos Aires)- Aldo Beccari (Rosario) – Angel Beccassino (Buenos Aires) – Héctor Borda Leaño (Oruro, Bolivia)-Leoncio Bueno (Lima, Perú) – José Luis Caldú (Luján) – Orlando Calgaro (Rosario) – Tirso Canales (El Salvador) – Julio Canteros (Buenos Aires) – Ariel Canzani (Buenos Aires) – Cristina Carranza (Los Toldos) – Elías Castelnuovo (Buenos Aires) – Julio Castellanos (Córdoba) – Cecilia Castorino (Mendoza) – José A. Cedrón (Buenos Aires) – David Ciechanover (Buenos Aires) – Norberto Corti (Buenos Aires) – José A. Cosentino (Buenos Aires) – Eduardo Dalter (Buenos Aires) – Eduardo D’Anna (Rosario) – Luis de Laudo (Chacabuco) – Washington Delgado (Lima,

Perú) – Luis de Marchi (Buenos Aires) – Rubén Derlis (Buenos Aires)- Elena Díaz (Mendoza) – Hugo Diz (Rosario) – Dardo Dorronzoro (Luján) – Osvaldo Elliff (La Plata) – Carlos Ezquerro (Río Cuarto) – Jorge A. Felippa (Córdoba) – Clara Franco (Cruz del Eje) – Fátima Gatti (Tucumán) – Livio Gómez (Tacna, Perú) – Raúl González Tuñón (Bs. As.)-Nicolás Grandi (Paso del Rey) – Osvaldo Guevara (Río Cuarto) – Julio Huasi (Buenos Aires) – Jorge Isaías (Rosario) – Simón Kargieman (Buenos Aires) – Víctor Lellín (Córdoba)

Rubén Liggera (Junín) – Mahfud Massis (Santiago, Chile) – Luis Molina Santaolalla (Madrid)-Pedro Montáñez (Panamá) – Amaro Nay (Córdoba) – Juan Carlos Nigro (Buenos Aires)-Manuel Pacheco (Badajoz) – Carlos Patiño (Buenos Aires) – Mercedes Paz Cáceres (Córdoba) -Carlos Penelas (Buenos Aires) – Bertalicia Peralta (Panamá) – Héctor A. Pico (Huinca Renancó)-José María Plaza (Rufino) – Rubén Plaza (Rosario) – Alberto Luis Ponzo (Buenos Aires)-Enrique Puccia (Buenos Aires) – Rogelio Ramos Signes (Tucumán) – Jorge Reboredo (Buenos Aires) – Rolando Revagliatti (Buenos Aires) – Alberto Rojas Paz (Tucumán) – Isaac Rupay (Lima, Perú) – Julio Salinardi (Los Toldos) – Roberto Santoro (Buenos Aires) – Milton Schinca (Montevideo) – Marcos Silber (Buenos Aires) – Susana Esther Soba (Saladillo) – Héctor Solasso (Córdoba) – Antonio Tello (Río Cuarto) – Reynaldo Uribe (Rosario) – Rafael Vásquez (Buenos Aires) – Juan C. Villafañe (Buenos Aires) – Carlos Vitale (Buenos Aires) – María del Carmen Vitullo (Rosario) – Enrique Záttara (Buenos Aires).

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